En Neuquén, Villa Pehuenia aparece como encantada, rodeada de montañas y leyendas.
Los piñones son los frutos sagrados de las araucarias o pehuenes y le dieron nombre a Villa Pehuenia.
Las recetas mapuches y de otras culturas milenarias, tenían en sus recetas a la cocción del piñón. Estos se hierven durante 2 horas, luego se pelan, se tuestan y se muelen para lograr una harina con la que se hacen unos alfajores que son el perfecto souvenir de la villa.
También se puede comer tostados.
En Villa Pehuenia las calles no tienen nombre, por eso hay que seguir los carteles y perderse sin preocuparse por el tiempo.
En otoño pasado se realizó el Festival del Chef Patagónico, donde el piñón fue la estrella, se lo probó en varias formas.
Este fruto recién cosechado o recogido, es imposible de comer por su dureza, así que hay que cocinarlo para saborearlo.
La preparación de piñones puede hacerse por medio de un proceso de tostado, hervido o fermentado.
Con el piñón tostado y molido se logra la harina de los panes, alfajores, pastas. Por último, el piñón fermentado es la base de la producción del muday o chicha. También se pueden mezclar en un salteado con los hongos cultivados sobre troncos de álamo, o se vuelven licor, o jalea o pasta dulce untable.
Todas estas recetas se consiguen en la villa, donde se publica el periódico departamental El Piñonero.
La leyenda cuenta que Nguenechén, el dios mapuche, hizo crecer los pehuenes. Al principio no se comían, pero hubo una época de gran hambruna, entonces un anciano frente a un joven que regresaba a su tribu con las manos vacías y le dio una buena nueva: el pehuén era comestible una vez cocido. Desde entonces cosecharon gran cantidad de frutos de la araucaria y los guardaron bajo tierra para que se mantuvieran frescos. Hasta la próxima cosecha o hasta el próximo festival de cocina.