Primitivos habitantes del departamento mendocino
Los Puelches de Cuyo habitaron la región que actualmente ocupan los departamentos de Malargüe, San Rafael y General Alvear.
Los Incas influyeron políticamente, como así también, cultural y religiosamente, sobre los Huarpes y Araucanos e indirectamente sobre los Puelches de Cuyo; porque los Araucanos en sus conquistas poblaron las márgenes del Atuel -palabra indígena derivada de “LATUEL” que significa “Alma de la tierra”, nombre sugestivo para la seca llanura alvearense-.
Los indígenas se dividían en parcialidades con diversos nombres:
Los Chiquillanes habitaban la comarca del cerro El Nevado y extendían sus dominios hasta el actual departamento de General Alvear, llegando hasta el río Diamante. Esto se puede comprobar por el hallazgo de restos de cerámica tallados, punta de flechas, boleadoras, morteros y otros elementos líticos.
Vestimenta: vivían casi desnudos o cubiertos con pieles de guanacos.
Caza: usaban arcos y flechas que adornaban con plumas de colores. También empleaban boleadoras de piedras atadas con nervios de animales o fibras vegetales, que manejaban con precisión. Eran capaces de manear un toro o un caballo en plena carrera.
Estos indígenas eran muy ligeros, la caza del “choique” o del “guanaco”, la realizaban a pie, donde competían con la agilidad y resistencia del animal. Los hombres se relevaban en postas hasta agotar a la presa.
Alimentos: comían la carne de los animales que cazaban y su alimentación vegetal estaba formada por diversos frutos y vainas silvestres del algarrobo, piquillines y chañares, como así también de raíz de totora que secaban, tostaban y molían. En las últimas etapas de su cultura conocieron la agricultura, cultivando maíz, porotos y otros vegetales, ya que se han encontrado restos de molinos y morteros.
Características físicas: eran de tez clara, de mediana estatura, robustos, delgados y ligeros.
Costumbres: se pintaban la cara, hacían señales de humo para comunicarse y momificaban a sus muertos, aunque dicha momificación era más bien natural debido a la sequedad del ambiente.
Eran pocos y llevaban una vida vagabunda porque la caza era reducida y no permitía la convivencia entre grupos numerosos.
Solían llevar agua en recipientes de cuero de guanaco o liebre.
Algunas parcialidades tenían la costumbre de cortarse los dedos de los pies, en señal de duelo, dejándoselos mochos, lo que junto a la delgadez de sus piernas les conferían un parecido al avestruz o choique, de ahí que algunos los denominan “choicanos”.
Lengua: se comunicaban en “Lengua Puelche”, “Puelche de Cuyo”, “Lengua Diamantina” que desaparece alrededor del año 1700, con la conquista de los araucanos a los Puelches de Cuyo.
Llegada del blanco
Cuando llegaron los primeros blancos, los indios debieron pelear para defender sus tierras y derechos.
Luego emigraron a lugares más alejados; conglomerándose en los pantanos e islas del Atuel, al sur del departamento.
Los Ranqueles (1863) efectuaron sus correrías por las poblaciones fronterizas de San Luis y Mendoza; para remediar este problema los gobiernos provinciales decidieron construir una línea de fuertes, que ya había sido proyectada por el Coronel Olascoaga.
Así surgieron fuertes sobre el Diamante, dentro de los límites del departamento, como el Fuerte Nuevo, La Posta de Ovejería y el Fortín “Media Luna”.
Y sobre el río Salado fueron levantados alrededor de ocho fortines, de los cuales se destacó “El Plumerillo” a pocos kilómetros de Canalejas.
La línea de fortines funcionó aproximadamente hasta el año 1882 y como consecuencia de la Campaña del Desierto desapareció el peligro de los malones.
Por esos años ya habían comenzado a poblarse las costas de los ríos con los primeros establecimientos ganaderos.
Las nuevas tierras libres de todo peligro comenzaron a ser muy bien vistas por algunos visionarios que, en el último lustro del siglo XIX, fundaron las bases para la Colonización Agrícola.
De este modo General Alvear dejaba atrás un pasado de fusil y lanzas para transformarse en un futuro de arados y acequias.
Los distintos dueños de la tierra
Durante las primeras décadas de 1800 los propietarios de las tierras que actualmente constituyen el departamento de General Alvear eran los Goicos que eran indígenas de sangre puelche que poblaban el sur de Mendoza.
Por el año 1824 Vicente Goico era el dueño indiscutido de los terrenos ocupados por sus tribus y las vende dos veces el 30 de enero de 1827 a distintos ganaderos y posteriormente son adquiridas por los señores Melchor Balaustegui y Leopoldo Tabeada, quienes las venden al terminar la Campaña del Desierto a Diego de Alvear, el 18 de mayo de 1884. Las mismas ocupaban una extensión de 1.250.000 hectáreas.
La superficie actual del departamento es de 14.448 km2., equivalen a 1.444.800 hectáreas y la fracción restante pertenecía a Edmundo Day, luego a Miguel Piñero Sorondo y otros.
Por esos años el río Atuel era apto para la navegación (actualmente es imposible porque se ocupa para el riego) y Diego de Alvear apura los trámites por una concesión de riego del río Atuel con carácter definitivo y logra 30.000 hectáreas con derecho a riego por este río.
El 13 de diciembre de 1887, al fallecer don Diego, sus herederos dividen el campo dejando en sus condominios un predio de 45.000 hectáreas, lo que en nuestros días comprende la ciudad de General Alvear.
En 1899 disponen que el Ingeniero Carlos Chapearouge efectúe la división de lotes para la agricultura por regadío.
Luego las dueñas de la Colonia Alvear, las señoras Carmen de Alvear de Christophersen y Elisa de Alvear de Bosch la venden a Gonzalo Subercasseaux, quien la transfiere a la Sociedad Colonia Alvear constituida en Chile, para formar la primera colonia agrícola del departamento, pero fracasó. La compra don Pedro Christophersen esposo de doña Carmen de Alvear, quien las transfiere a la Sociedad Anónima Colonia Alvear Sociedad Agrícola Ganadera con sede en Buenos Aires. A partir de entonces se comienza la demarcación de lotes, canales de riego, desagües…
Pedro Christophersen fue el impulsor de la fundación de la villa y gestiona en Buenos Aires la llegada de los ferrocarriles FCO y FCP, luego denominados Sarmiento y San Martín. Esto favoreció la llegada de inmigrantes provenientes de Escandinavia, Francia, Rusia, España, Italia, Ucrania, Suecia, Noruega y más tarde de Japón, quienes juntamente con los criollos fueron los que labraron la tierra.
En esa época, la Colonia era floreciente, se producían cereales, legumbres, frutales, forestales y forrajes, la ganadería era próspera, habían comercios y varios hornos de ladrillo.
En 1901 Carlos Chapearouge confeccionó un plano donde delimita el pueblo, ubicándolo en un terreno inmejorable.
Al año siguiente el danés Ove Bock realizó estudios para que el suelo fuera fértil mediante riego artificial por desviación del cauce del río Atuel.
Fue gracias a ellos y a muchos hombres voluntariosos que realizaron enormes esfuerzos por encauzar los ríos, desmontar que implica excavar amplios y profundos pozos (cuando se trata de alpatacos, piquillines, algarrobos), emparejar el suelo.
Nace el departamento mendocino: General Alvear
En septiembre de 1912 los vecinos (más de 100) elevan al Gobierno de la provincia (Francisco Álvarez es el Gobernador) un petitorio para que sea declarado “Departamento” el distrito de Colonia Alvear, dependiente del departamento de San Rafael, en virtud de su importancia económica y de la extensión de su territorio.
El proyecto de ley es aprobado por la Cámara Baja el 27 de julio de 1914 y el 6 de agosto por la Cámara de Senadores, quedando convertida en Ley N° 635 promulgada el 12 de agosto de 1914.
A este lugar se le designa el nombre de Departamento de General Alvear en homenaje al prócer vencedor en la batalla de Ituzaingó: don Carlos Antonio Josef Gabino del Ángel de la Guarda de Alvear, nacido el 25 de octubre de 1879.
Fuente: www.generalalvearmza.gov.ar