Un pueblo rodeado de cascadas donde los ríos invitan a bañarse y la silueta cónica de los árboles típicos domina un paisaje de silencio
Una tarde de verano aquí es como un trago de dosificación perfecta, un buen disco o una novela a punto de terminar. Es algo que se quisiera hacer durar, porque nunca cansa. Y no es que el tiempo pase rápido en Traslasierra: al contrario, todo parece ser como hace un siglo, como en los tiempos del cura Brochero, que abrió los caminos a lomo de burro para vincular el valle con el resto de la provincia de Córdoba.
Poco a poco la tarde se transforma en atardecer y luego en noche, tapando con velos oscuros las rocas al borde de los arroyos y transformándolas en un ejército de inmutables soldados destinados a vigilar sus cauces hasta el amanecer.
Durante mucho tiempo, estas tardes y estos atardeceres fueron como un secreto bien guardado. Un secreto para entendidos, para lugareños o aventureros que desafiaban distancias y montañas para llegar hasta ahí, del otro lado de las sierras. Nono era entonces lo que es hoy: un puñado de casas, en torno de una plaza y una iglesia, con las montañas y varios arroyos en su patio trasero, y un río de aguas templadas a sus pies. La diferencia fue marcada por la magnífica ruta de las Altas Cumbres, que cruza de par en par las montañas más altas de Córdoba y puso de repente la región al alcance de todos. Y durante las cálidas noches de verano su plaza se convirtió en un lugar concurrido, donde artesanos y artistas tienen propuestas para todos.
Pero las casas son las mismas, como son los mismos los caminos de tierra para ir a los arroyos y balnearios, y los mismos los negocios de sus dos únicas calles asfaltadas, con fachadas donde a veces se asoman ladrillos de adobe. Nono se transformó en un destino bondadoso, que no renuncia a su identidad, pero recibe a todos por igual, para hacerles disfrutar sus íntimas bellezas.
Nono es un destino de balnearios, generalmente acondicionados al borde de caminos de ripio que surcan el pedemonte, a orillas de los ríos y arroyos que bajan de las Altas Cumbres.
Uno de los más pintorescos es Paso de las Tropas, al pie de las montañas, formado en torno de un arroyo que cruza el camino por un vado natural. Es un lugar con pequeñas cascadas, piletones naturales y remansos como para todos los gustos.
Esta temporada, luego de la terrible sequía que asoló buena parte de la región, los arroyos no son tan altos ni tan caudalosos como suelen serlo. Pero al mismo tiempo, al tener menos agua, los remansos se calientan más fácilmente los días de sol y la temperatura del agua se vuelve agradablemente templada. Es como tener una playita tropical en plena sierra cordobesa. Cambiando, claro, las palmeras por acacias...
Tanto en Paso de las Tropas como en la mayoría de los balnearios de Nono el punto débil es la infraestructura; son lugares agrestes donde la naturaleza se muestra con sus mejores ganas, pero donde las instalaciones no dejan de ser temporarias. Hay que ir prevenido y llevar a cuesta lo indispensable para pasarlo bien durante el día.
Otro lindo balneario es Los Remansos, donde se juntan el arroyo El Sanjuanino y el río Chico de Nono. El agua se desliza en un desfiladero de grandes rocas donde se puede practicar escalada y natación a la vez. Hay una proveeduría que ofrece lunch al mediodía y los servicios básicos para pasar el día.
En la comarca se ofrecen muchas más opciones, en las afueras de Nono mismo o en el pueblito vecino de Las Calles, como para pasar varios días sin repetir los balnearios. También están los de Mina Clavero, la capital de Traslasierra, que se encuentra a menos de diez kilómetros. Allí, el Balneario Municipal y el de los Elefantes son los más concurridos, pero también hay otros lugares a lo largo del río Los Sauces, el principal curso de agua de Traslasierra, que corre paralelo a las montañas.
Después del agua siempre hay tiempo para recorrer Nono de otra manera: a caballo, entre los senderitos boscosos; en bicicleta, subiendo sin dificultad las cuestas livianas; en cuatriciclo, que pone un toque de aventura a la tranquilidad serrana. Pero, sobre todo, de día en el agua y de noche en la feria: así es, a grandes rasgos, el programa que se arma en Nono.
Su centro cuenta con apenas cuatro o cinco calles, una plaza y la ruta provincial que lo bordea de punta a punta. Sin embargo, el bullicio que se concentra en estas pocas manzanas asombraría a muchos lugareños que conocieron el pueblo en otros tiempos.
Todas las noches de verano funciona en la plaza una variada feria artesanal, junto a diversos shows de acróbatas, cantantes o payasos. Entre tanto, en los locales que rodean la plaza es difícil encontrar un lugar en la hora de mayor afluencia, entre las 21 y las 22.
Como el pueblo se está imponiendo como una alternativa agreste a Mina Clavero, en plena temporada es también necesario hacer reservas de antemano para no tener que hacer un puerta a puerta en busca de lugar para alojarse.
Año tras año, Nono mejora su oferta no sólo en cantidad, sino también en calidad, y muestra así una doble cara: una con más de 400 años de historia, la otra con una moderna inserción como centro turístico de moda.
El pueblo nació a fines del siglo XVI sobre un asentamiento comechingón. Los primeros pobladores desaparecieron en los tumultos de la historia, pero dejaron al pueblo su nombre, un derivado de ñuñu, cuya traducción es seno de mujer , y hace referencia a dos pequeñas colinas que tienen esta forma inconfundible, a orillas del río Los Sauces. Es uno de los paseos que se puede hacer desde el centro, a pie, en bicicleta o a caballo, y otro de los lugares para conocer al atardecer, cuando el cielo toma un color de pomelo que se refleja también en las Altas Cumbres.
Los dos ñuñus se destacan a contraluz, mientras que los pájaros dejan poco a poco de cantar y las mariposas se hacen legión en las sierras, escondiéndose entre las flores. Es la hora en que las liebres salen de sus escondites, las garzas vuelven a sus nidos, el rumor de la gente empieza a acallarse y, durante una hora, el tiempo parece otra vez suspendido, como cada día, justo antes del anochecer.
Es una de las grandes atracciones de Traslasierra y uno de los museos más singulares de toda la Argentina. Fue fundado por un coleccionista francés que llegó al país en los años 50. El nombre de Rocsen viene, al parecer, del bretón roca santa. Sobre 1530 metros cuadrados, el museo presenta la más variada, sorprendente e interesante de las colecciones que una persona haya podido reunir. La visita empieza desde la fachada misma del museo, dominado por un friso de estatuas de grandes figuras de las ciencias y las artes, desde la antigüedad. En el interior hay piezas de arqueología de Europa y la Argentina, herramientas y objetos de los siglos pasados, trajes, muebles, autos y libros antiguos. Es la visita ideal para un día de lluvia en las sierras, pero no hay que perdérselo tampoco si le toca sólo sol durante su estada.
Hay unos diez vuelos diarios entre Buenos Aires y Córdoba, entre los de Aerolíneas Argentinas y Lan, que tiene a la provincia como destino del mes, con tarifas de 471 pesos ida y vuelta. Desde la capital provincial son 154 kilómetros.
Fuente: La Nación
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1232575