Sobre un cabo rocoso de unos 3 kilómetros de largo, en el mar de la costa de Chubut, se encuentra la mayor pingüinera del continente poblada por simpáticos pingüinos magallánicos, de andar chaplinesco, recién llegados de las cálidas aguas de Brasil. Las parejas están en pleno proceso de apareamiento y en un mes alcanzarán casi medio millón de ejemplares.
En un primer vistazo, confundimos a la pingüinera de Punta Tombo con una superficie lunar, por los miles de cráteres donde se encuentran los nidos de estos pequeños anfitriones, pero muy bien cuidados por los miles de bulliciosos pingüinos. Hay casi un nido por metro cuadrado.
Cada mañana y atardecer, se ven a estos pingüinos de Magallanes avanzando en procesión hacia el mar y regresando con la pesca para compartir con sus pichones.
En las aguas, se los ve nadar sueltos como los delfines, que salen a la superficie para respirar. Suelen ir en grupos a cazar, y pueden nadar hasta los 24 kilómetros por hora, y hasta los 80 metros de profundidad.
El cuerpo de los pingüinos es hidrodinámico y sus “alas” son en verdad aletas: de hecho, se trata de aves primitivas que perdieron la capacidad de volar.
Tienen las patas de atrás que favorecen el nado, mientras la cola parece un timón.
En resumen, son animales del mar que viven en el agua y salen a tierra solamente para cumplir con el ritual de la reproducción. Fuera del agua son animales torpes.
Al recorrer la pingüinera, se escucha el constante y ensordecedor bullicio de graznidos, con el cual las parejas se llaman continuamente cuando uno de ellos se ha ido al mar. Uno queda empollando en el nido mientras el otro sale a buscar comida. Los pichones también emiten un piar continuado reclamando alimentación.
Existen restos fósiles que certifican la presencia de pingüinos en la Patagonia hace ya 35 millones de años.
En la antigüedad los llamaban “extraños gansos” y en otras épocas fueron víctimas de los barcos balleneros que los faenaban para obtener su aceite. Hoy en día, su peor enemigo son las manchas de los barcos petroleros. Este año llegaron 200 pingüinos empetrolados a la reserva.
Datos útiles
-Cómo llegar: la ciudad de Trelew suele tomarse como base para llegar de Punta Tombo, a 120 kilómetros de distancia. Otra alternativa es Puerto Madryn, que está un poco más alejada (180 kilómetros), pero más cerca de la Península Valdés. En Trelew y Puerto Madryn hay agencias que ofrecen la excursión; también se puede alquilar un vehículo. Durante noviembre y parte de diciembre se puede combinar el avistaje de pingüinos con el de ballenas, que se realiza en Puerto Pirámides.
-Instalaciones: en la reserva Punta Tombo acaba de ser inaugurado un Centro de Interpretación de 3000 metros cuadrados que incluye una confitería y una exposición explicativa con paneles acerca de la biología del lugar.