Un nuevo Centro de Interpretación permitirá acceder a Punta Tombo todo el año. Se construyó con energía solar y arquitectura sustentable.
Si hubiera que poner un título a esta película, sería La vuelta al nido. O El año que viene a la misma hora, en referencia a una de las más altas tasas de fidelidad amorosa entre estas aves marinas del planeta, los pingüinos magallánicos.
Como en el film de Robert Mulligan, con Alan Alda y Ellen Burstyn, los amantes de Punta Tombo, sobre la franja chubutense del Mar Argentino, cada mes de septiembre visten su mejor smoking de primavera, lustran su doble collar negro y nadan mil metros rumbo a la Bahía Janssen, donde los esperan seis meses de amor. Primero llegan los machos, altaneros y torpes como Chaplin, buscan el mismo “dormitorio” de la temporada anterior debajo de un matorral, cavan un hoyo, y allí esperan a su novia de siempre, para aparearse. Las hembras ponen dos huevos, pero ambos los incuban alternadamente. ¡Una familia moderna! Así, los 3,5 kilómetros de lengua rocosa que conforman lo que geográficamente se conoce como Punta Tombo se convierten, hasta abril, en un gran complejo habitacional donde cada cuarto está tácitamente bloqueado por un cartelito que indica: Do not disturb. Y lo saben los científicos que acuden a estudiar su comportamiento. Y los turistas, que recorren extensos kilómetros de piedra y polvo para pizpearlos desde las tarimas de madera.
Bien, ya sabíamos que Chubut tiene 12 áreas naturales protegidas (Punta Tombo es una de ellas), 2 parques nacionales y un conjunto de 100 km de costa y 40 islas que conforman el Parque Marino Costero Patagonia Austral. Entonces, ¿cuál es la noticia que reunió el lunes pasado a 200 periodistas nacionales y locales en la tierra que concentra la mayor colonia continental de pingüinos Magallanes del mundo? La inauguración del Centro de Interpretación ($ 30 millones financiados con fondos provinciales), un espacio semicircular de 6.000 m2 construido a 40 msnm con ladrillos, adobe y madera, y alimentado con energía solar. Allí el turista podrá, durante todo el año, entender y sensibilizarse con la historia de estas aves marinas de la zona y de otros actores de reparto (gaviotas, skúas, petrel, guanacos, maras, choikes, zorros grises, etc.) que pueblan el valle inferior del río Chubut, el mismo que cobijó a los homeless galeses en 1865, donde ya vivían esos galanes del cine mudo, nómades, altos y sin escritura, los tehuelches. Creación del arquitecto chubutense José Pablo Mehaudy, el Centro, que reducirá en un 50% el impacto ambiental que genera la presencia turística en el área, tiene madrina de lujo en el show business, Susana Giménez. Sorprendidísima con las flamantes maquetas de dinosaurios del aeropuerto de Trelew (“¡parecían vivos!”) y con la monogamia pingüina (“¡me quiero casar con un pingüino!”), aceptó el madrinazgo del Centro, se llevó un poncho que le regaló el gobernador Mario Das Neves y recorrió la galería del mar y la tierra (tendrá cámaras que transmitan lo que suceda bajo el mar), la sala de conservación de especies, el laboratorio científico y el área de sensaciones. Y se fue en helicóptero a conocer a las ballenas de Puerto Pirámides, regalando alegría y saludos, no sin antes desearle suerte a Das Neves, “por si quiere ser presidente”.
Fuente: Diario Perfíl