Desde hace siglos, el Paso de San Francisco unió la región andina de Catamarca y la Atacama chilena. Un impactante itinerario a través de la Cordillera de los Andes. Cumbres nevadas, lagunas rosadas y verdes, aguas termales, vicuñas y flamencos en la aventura de un viaje hasta el Pacífico chileno.
Ya en tiempos prehispánicos, la zona andina entre Catamarca y la Atacama chilena estaba conectada por los pasos entre las montañas que atravesaban los indígenas de la región, aunque el más transitado siempre fue el que hoy se conoce como Paso de San Francisco.
Hasta allí llegó el Camino del Inca, por allí anduvieron los conquistadores españoles y por allí se intensificó el intercambio comercial a uno y otro lado de la Cordillera cuando en el siglo XIX se descubrieron los yacimientos de cobre y plata en el norte chileno. Pero la impactante geografía de la región solía detener la marcha y levantar las miradas de aquellos que cruzaban el Paso de San Francisco para llevar mercaderías o viajar entre Tinogasta y la chilena Copiapó.
Lagunas de aguas rosadas y verdes, la cima nevada del Incahuasi, los picos del Tres Cruces, la grandiosa mole del Ojos del Salado, los colores de los cerros, la bruma que baja de las cumbres al atardecer, las aguas termales, las manadas de vicuñas, los pájaros y flamencos, fueron atrayendo con los años a otro tipo de viajeros: los turistas.