Con sus nostálgicos bares, sus viejos e históricos almacenes, sus museos y galerías de arte criollo, el tránsito de carruajes y sulkys por sus calles, y sus talleres de plateros, sogueros y herreros, San Antonio de Areco logró captar la atención del turista extranjero ávido de conocer nuestras tradiciones.
Esta localidad bonaerense, ubicada a 113 kilómetros al noroeste de la ciudad de Buenos Aires, se convirtió en una “escapada” obligatoria para el visitante foráneo que planea permanecer varios días en Buenos Aires, conocer los atractivos urbanos y, además, tomar contacto con el arte y las costumbres criollas.
Según datos de la Dirección de Turismo del lugar, el flujo de turistas extranjeros creció un 20 por ciento en 2009, en relación al año anterior. La mayoría de ellos provienen de Francia, Alemania, Inglaterra, Holanda, Rusia, Hungría, Rumania, Australia y Nueva Zelanda. “Las guías internacionales, principalmente Lonely Planet, e Internet son los mejores promotores de este lugar. Las calles de Areco parecen hoy una pequeña Babel de campo”, graficó Patricio Santos Ortega, director de Turismo de Areco.
Declarado en 1999 como “Poblado Histórico Nacional” por la Presidencia de la Nación, San Antonio de Areco ofrece una arquitectura “Criolla pampeana-italianizante” propia del período 1870-1930 que la hace única en la Provincia de Buenos Aires. Este rescate de las tradiciones abre el juego para que el visitante encuentre una variedad de actividades posibles.
Entre ellas, se destacan pasar un día de campo en alguna estancia, ocasión ideal para degustar un tradicional asado; realizar un paseo en carruaje; recorrer el casco histórico del pueblo; asistir a museos de arte criollo, en donde se exponen obras de famosos artistas, quienes retratan la vida rural, como Florencio Molina Campos; saborear exquisiteces producidas artesanalmente en el lugar, tales como chocolates, alfajores, salamines y panes; apreciar el trabajo de los artesanos en plata, cuero, telar, cerámica, herrería y carruajes; conocer los pueblitos rurales vecinos de Villa Lía, Duggan y Vagues; asombrarse con los almacenes de época; o pasar las noches entre milongas y guitarreadas en los bares.
Poco antes de fin de año, esta localidad acaparó los titulares de los diarios nacionales a raíz de la inundación del río que da nombre al pueblo. La situación comenzó a normalizarse en menos de 72 horas, gracias a la solidaridad de todos los rincones del país, las tareas de todas las áreas del sector público y el trabajo de los vecinos.
La mejor muestra de esto es que a un mes de este suceso, no quedan rastros de daños y no se alteró el calendario de actividades que se ofrecen para los turistas. Incluso, en muchos casos, la obligación de refaccionar de algunos establecimientos afectados fue un incentivo para llevar a cabo mejoras. “Muchos emprendimientos que habían sido afectados iniciaron una carrera contra reloj, a fin de poner a sus establecimientos en condiciones. Ortega hizo hincapié en el “trato familiar” y en la “atención hospitalaria” que pueden encontrarse en estos lugares.
Otra de las grandes ventajas con las que cuenta la zona es su fácil acceso. Llegar a Areco no demanda más de una hora y media en auto (por la ruta 8, ramal Pilar), o dos horas en micro (desde Retiro). Esto lo posiciona como el plan ideal para quienes ansían una “escapada de fin de semana”. Sin embargo, dos días no son suficientes para conocerlo por su gran variedad de atractivos. “Para quien visite San Antonio de Areco, el tiempo le va a quedar corto y tendrá que preparar la agenda con más anticipación”, confirmó Ortega.