A mediados de 1536, desbaratando indiada hostil, tropas de don Pedro de Mendoza unos 300 hombres- se trabaron en combate con pampas a orillas de un río. No se sabe muy bien, acaso llevado por la correntada, o a lanzasos, muere un tal Diego Luján, de acuerdo a ciertas crónicas. Sin embargo el hombre no figura en los registros. Hay, sí, un capitán Pedro de Luján.
Dicen que el apelativo de ese cristiano dio nombre al sitio, donde la muerte se llevó, esto sindudamente, al jefe de la partida, Diego de Mendoza, hermano del Adelantado.
En un mapa que se atribuye a Ruy Díaz de Guzmán, aquel soldado paraguayo que escribiera la primera historia de la Argentina, desde el descubrimiento al siglo XVI, aparece dicho río con el nombre de Sehuyán. Y cuando en 1580 Juan de Garay reparte indios y tierras en el Valle de Corpus Christi, "por otro nombre río de Luján", apunta, figuran naciones indígenas barajando similitudes eufónicas como suyán, delaján, luyán.
Por tanto, acaso un apellido preciso o derivación de tribus naturales, dándole nombre al paraje.
Lo cierto es que en esa soledad de llanura y cielo, Luján será posta necesaria en el Camino Real, ruta hacia Chile y Perú por 1663.
Recostada sobre el río es también antemural de pampas, serranos y pehuelches, que asolarán en malones, matando a los hombres y llevándose cautivos a chicos y mujeres. Una larga lucha por la civilización que se adentrará hasta bien cumplido el siglo XIX.
El afincamiento fue a un milagro sucedido hacia 1630. Por ese tiempo, un convoy de carretas chapotea el río Luján por el vado de Arbol Sólo y hace noche a orillas de la Cañada de la Cruz, cinco leguas al noroeste de la actual ciudad de Luján. Traían dos imágenes de la Virgen, de la Consolación y de la Pura y Limpia Concepción, hechas en humilde arcilla cocida. Iban rumbo a Sumampa, Santiago del Estero, traídas desde el Brasil por encargo de un portugués que deseaba entronizar a Nuestra Señora en aquellos sitios.
En el amanecer siguiente reemprendieron viaje. Menos el carretón de las Vírgenes, como empantanado y ajeno al cinchaje de los bueyes. Descargadas las imágenes, sólo quiso continuar una de ellas. El intento se repitió varias veces con idéntico suceso. Puesta nomás, caballeros. Ahí se quedó Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción, enamorada de la tierra.
Puro pajonal y desierto en derredor, don Rosendo de Oramas, patrón de la zona, le erige un oratorio. A poco, en tierras pertenecientes al sargento mayor Marcos de Siqueyra, se construirá en adobe y leña un nuevo templete, ya no tan solo, pues lo acompañan ahora algunos ranchos diseminados sin premura. Año 1670.
Crecida en la oración y el silencio, sobre la boca de las arnas, la ya Villa de Luján tiene Cabildo propio hacia 1756. Será el primero en reconocer a la Junta de Mayo y tendrá partida de defunción a fines de 1821, por mano de don Bernardino Rivadavia, ministro de Martín Rodriguez, gobernador de Buenos Aires.
Precisamente un cabildante lugareño, Juan de Lezica y Torrezuri, curado de mal grave por gracia de la Virgen, levanta un Santuario en agradecimiento. Será el primero. A cal y canto. Un 8 de diciembre de 1763 lo inaugura el pueblo que ayudó a levantarlo.
Trece años más tarde -1776- se crea el último virreinato de América, el del Río de la Plata, a cuyo frente la corona designa al teniente general Pedro de Ceballos, buen soldado y caballero de Santiago. La "última llamarada de España en América". Viene con 100 barcos y 9000 hombres de tropa para ordenar una estrategia geopolítica frente al avance portugués que pilotea Inglaterra.
Al año siguiente Luján tiene su primera escuela, con maestros que antes de luchar contra el analfabetismo deben hacerlo con los padres, que se niegan a enviarle sus hijos, al punto que uno de ellos lo golpea fieramente, "estropeándole la máquina humana", según grafica un acta del Cabildo.
Tiene escuela y primer médico rentado. Y en poco dos abogados iniciales. Ambos recibidos en Charcas. Y americanos. Uno es José Francisco de Ugarteche, paraguayo, futuro diputado en las asambleas de 1813 y 1825. El otro, Julián de Leiva, vecino de Luján, quien como síndico del Ayuntamiento de Buenos Aires, el 25 de Mayo de 1810 tendrá una pregunta famosa y no menos evidente: "Dónde está el pueblo?". Santuario, posta, villa, paradero de Blandengues, defensa contra el salvaje, "poblao"en mitad del campo, Luján ve pasar de tanto en tanto las carretas salitreras, que vienen de las Salinas Grandes, proximidades de Bahía, rumbo a Buenos Aires.
En 1806, con rumbo diferente, esta vez de Buenos Aires el norte, otras carretas traerán los caudales del Fuerte para salvarlos de la primera invasión inglesa. Quedan depositados en el Cabildo de la Villa. En casa contigua se alberga Sobremonte, al parecer con intención de establecer la capital del Virreinato en Luján. El invasor llegó primero que las intenciones. El virrey se fue para Córdoba y el tesoro para Londres.
Cuentan que un español afincado en Luján, Andrés de Migoya, alcanzó a manotear un cajón de metálico. Y agregan que con ese dinero levantó una casona, en la que ocho años luego se hospedará el general Belgrano al cabo de sus derrotas en Vilcapugio y Ayohuma.
La Reconquista tuvo inicio y epílogo en Luján. De aquí salieron tropas de voluntarios juntados por Juan Martín de Pueyrredón para pelear a los ingleses en Perdriel. Y aquí recalaron vencidos el general Carr Beresford y varios de sus oficiales, entre ellos el coronel Pack, jefe del 71 Regimiento de rifleros escoceses. Confinados en los altos del Cabildo, en 1807 ambos son remitidos a Catamarca ante la inminencia de una segunda invasión británica. Cerca de Pergamino llegan Saturnino Rodriguez Peña y Aniceto Padilla, quienes arguyen órdenes verbales de Liniers para que les sean entregados los prisioneros. Así se hizo. Y todos huyeron. Rodríguez Peña y Padilla se radicarán en Río de Janeiro con pensión vitalicia de 300 libras anuales, giradas por la corona inglesa.
Vino después la guerra por la Independencia y voluble la suerte de las armas. Camino del Paraguay el general Belgrano atraviesa Luján y pone su tropa bajo el amparo de la Vírgen en 1810. Los designios de Dios son otros. Pero en tres años será una fiesta de repiques y victorias. El general -desafiando órdenes del Triunvirato en contrario- triunfa en Salta y Tucumán. Las banderas tomadas al enemigo son ofrecidas en el templo de Nuestra Señora, Las reciben los vecinos y el párroco Francisco Javier de Argerich, maestro primario de Rosas.
En 1820, olfateando la muerte, Belgrano regresa a la Villa para despedirse de su hermano, titular del Cabildo, mayor del ejército y comandante militar de Luján.
Por aquí pasan también las disenciones civiles. Vísperas de Cepeda. Cruzan las montoneras de Estanislao López y Pancho Ramírez. Una suerte de boleadoras lo tumba al general Paz y en 1835 vendrá prisionero a Luján. Todo el pueblo por destino y dormirá cuatro años en su Cabildo. El 8 de septiembre de 1840 Juan Lavalle desanda sus calles en retirada hacia el norte. Lo habían atravesado desde Martín García barcos franceses en guerra contra la Confederación. Lo acompañan lanceros lujanenses que también pelearon -con distinta suerte y designio en Ituzaingó y Navarro. Sobre el silencio de la estancia Los Talas, Esteban Echeverría escribe algunos poemas y noticia la Insurrección del sur, acaecida en Dolores por octubre de 1839.
A principios de 1852, en la mañana del 29 de enero, las vanguardias de la coalición argentino -oriental - brasileña de Urquiza, desde Chivilcoy y en pos de Caseros, atraviesan pausadamente la callada hostilidad del vecindario. Ahí nomás, campos de Alvarez, la Guardia de Luján a órdenes del coronel Hilario Lagos enfrenta al enemigo que lo dobla en número. La caballería federal contiene a los de Urquiza y se retira en orden hacia Puente Márquez.
Por abajo de las luchas que van constituyendo al país, el suelo alimenta otros hechos que lo identifican.
En pagos de Luján, Francisco Javier Muñiz -médico y soldado- obtiene con vacas de la zona el cow pox antivariólico, que su descubridor Eduardo Jenner, aseveraba sólo era posible lograr con animales de Glowcester. En 1844 envía a Rosas un valioso informe sobre la escarlatina, fechado en Luján, donde se desempeñaba entonces como médico policial. Sus excavaciones realizadas desde 1825 descubrieron restos de gliptodonte y otros fósiles, una importante colección que ocupaba 11 cajones.
Precursor de estos trabajos paleontólogicos fue el dominico Manuel Torres, lujanense, que halló partes de un megatherium, a orillas del río Luján por 1788, actualmente exhibidos en el Museo de Historia Natural de Madrid.
Y un clásico de América, Florentino Ameghino, según documentos "nato" en Moneglia, Italia, pero según propia voluntad y palabra nacido en la villa de Luján. Como naturalista, paleontólogo, filogenista y antropólogo sus obras abarcan 24 libros, 179 títulos de trabajo. Reunió la mayor colección de fósiles del continente y sostuvo la teoría del origen terciario del hombre americano. Hizo estudios sobre el comportamiento hídrico de la llanura bonaerense, que todavía aguardan quién los considere.
La Vírgen aquerenciada en Luján, chiquita, morena, apenas tierra cocida, se levanta en un monumento que congrega piedades que no cesan, y a más de un millón de peregrinos en ciertas fechas precisas. Caso único en el mundo. La causa segunda de esta construcción, que dirían los antiguos, fue un lazarista francés, Jorge María Salvaire, llegado a Luján en 1874. Andaba en la pampa evangelizando indios, y salvando el pellejo en la misión, consagra su gratitud a la Madre de Dios. El agradecimiento será en piedra y cemento. Participa toda la comunidad y la Basílica va trepando al cielo durante casi medio siglo. De 1890 a 1935.
Antes que nada, como Reina cabal, Nuestra Señora de Luján tuvo coronación legítima: 8 de mayo de 1887. Para resguardar su fragilidad mate-rial, en 1917 se la recubrió con una malla de plata.
Atrás queda el pasado. Pero la fe y la memoria permanecen. Según se debe.
Fuente: Texto publicado en el Libro "Luján, relato y memoria gráfica de una ciudad que nació con el País" en las pág. 5, 6 y 7 y escrito por Jorge Perrone fechado en .Agosto de 1994.
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