Trascripción del texto publicado por Sebastián F. Barrancos en el diario “ La Democracia ” el 22 de octubre de 1896, en la que narra algunos pormenores de la fundación de nuestra ciudad.
...” El 21 de octubre de 1854 estaba reunida en la chacra de Federico Soáres La comisión especial de diez vecinos designados por el Gobierno para elegir el terreno, integrada por Manuel Villarino, Manuel López, Antonio Bermejo, Mariano Benítez, Gabriel Ramírez, Anastasio Chávez, Calixto Calderón, Valentín Coria, faltando solamente Cayetano Castro. Después de un almuerzo criollo se discutió con animación el punto que había motivado la cita, y hasta con cierto explicable calor, sin poderse llegar a nada definitivo. Se convino, en cambio, la mecánica del procedimiento, el protocolo de la fundación: una pala nueva, marcaría, clavada en la tierra virgen, el centro exacto del futuro pueblo. El gesto elegido era bello, sencillo y sugestivo, como aquel hondo surco que trazaron los labradores romanos para cercar el primer recinto de la ciudad eterna. La pala era el instrumento de labor, la única arma de los hijos de esta tierra de pan y de paz; hincada en la tierra, simbolizaba su fecunda unión en el acero.
Así, bajo estos auspicios contradictorios, al rayar el alba del 22 de octubre de 1954, salían de la chacra de Soáres en entusiasta caravana los caballeros citados, rodeando una galera que el anfitrión manejaba personalmente. En el interior viajaban Calixto Calderón y Manuel Villarino, llevando además de la pala, los útiles necesarios para levantar el acta. En el trayecto, grupos de vecinos prevenidos iban engrosando la columna, llegando a formar un abigarrado escuadrón de más de 300 jinetes. Así marcharon, recorriendo los lotes de Gowland, López, Cranwell y otros con largas pausas, discutiendo las ventajas e inconvenientes de los diversos lugares, hasta que a las cuatro de la tarde; ya agotado el debate y el día declinado, en el monte de Sánchez, hoy de Pechieu, al otro lado de la cañadita, los sostenedores de la primera tesis pretendieron imponerla de viva fuerza, materializándola en el gesto simbólico e inapelable de la pala. No lograron su intento, sin embargo, Soáres, ayudado por López, Cháves y Coria, castigó su cadenero y arrancó al galope largo en demanda del terreno al Este de la cañadita. Los de más seguían desparramados la galerita que saltaba como corcho sobre hormigueros y vizcacheras, sorteando las matas de paja su dudosa estabilidad. Al otro del bajío, tomados los troperos de la rienda por Mariano Benítez que le salió al cruce, parecía allí habían de terminar las singulares alternativas de la fundación (frente a la Fonda Oriental); pero Coria, joven y ágil, tomó la disputada pala y corrió con ella, perseguido por los demás compañeros empeñados en darle alcance. Finalmente fue rodeado y volteado, pero ya la hoja bruñida del instrumento estaba reciamente hincada en tierra, marcando el nuevo centro de la nueva población.
Apaciguados los ánimos turbulentos y definida la curiosa competencia, a las cinco de la tarde se extendió el acta de fundación del pueblo de Chivilcoy ”...
