El casco de Estancia La Rica, establecimiento que recibe turistas, ha sido declarado Monumento Histórico Nacional.
Un camino contorneado por una centenaria arboleda conduce al casco de Estancia La Rica, ese mismo que ha sido recientemente declarado Monumento Histórico Nacional por un decreto presidencial, al igual que el Palacio Municipal, el templo de Nuestra Señora del Rosario Parroquia de San Pedro Apóstol y la Plaza 25 de Mayo, todos en la ciudad de Chivilcoy.
Este reconocimiento vuelve más pintoresco aun al antiguo establecimiento productivo y de turismo rural.
Se trata de una estancia de 1851, otorgada por derecho real a Don Manuel López, cofundador de Chivilcoy y tatarabuelo de Teresa Achával, hoy anfitriona. La vieja casona colonial fue construida con barro en 1878 y todavía ostenta sus aires italianos.
Galerías, aljibes, pérgolas coloreadas con glicinas y jazmines, lo mismo que los túneles subterráneos que corren bajo el casco y que sirvieron a los habitantes de otras épocas para guarecerse durante los malones, hablan de otros tiempos. Sarmiento y Mitre, se cobijaron bajo su techo, sus muebles son de época y su jardín fue diseñado por el famoso paisajista Carlos Thays, algunas de las razones a las que puede obedecer la declaración.
Casuarinas, paraísos, fresnos, araucarias y magnolias que se mueven con la brisa fresca del campo se ubican en derredor del casco que hoy cuenta su historia. Una mesa decorada con estilo, techos altos de pinotea y mobiliario con muchos abriles (como un juego de lavatorio con placard y mesa de luz estilo inglés de 1800, un escritorio Adams de 1900 y lámparas de aceite recicladas), colaboran para crear un clima de antaño.
Dicen los anfitriones que los que llegan conocen las tradiciones familiares y hacen actividades típicamente rurales, sus 200 ha en la mismísima pampa argentina, donde se cultiva trigo, maíz y soja y se cría ganado, lo garantizan.
Paseos a caballo o en carruaje, visitas a la granja vecina, avistamiento de aves autóctonas o de estrellas por la noche, recolección y cosecha de frutos son algunas de las maneras en las que se vivencia el entorno rural. Además invitan a los huéspedes a preparar platos típicos o dulce de leche en la cocina durante los días lluviosos o a tomar clases de bailes autóctonos.
Otras alternativas son la visita guiada por el casco histórico (inclusive a los túneles), las tareas de campo como arreo de caballos al corral, chequeo de bebidas de agua del ganado o recorrida por los potreros. Además allí se puede aprender cómo funciona el molino o cómo se limpian los aperos y el carro después de bajar del sulky.
Una de las actividades que más cautiva a los visitantes es la recorrida por los potreros donde está la hacienda. El bonus track de esta época son los terneritos recién nacidos y potrillos en el haras vecino. Ahora bien, todas estas propuestas son tentadoras, no obstante los anfitriones sugieren dormir la siesta, "duérmala y después nos cuenta", dicen.
La propuesta gastronómica de la casa es deliciosa. La bienvenida es con una copa de sangría y una selección de brusquetas. El almuerzo del sábado, un asado preparado sobre la tierra, por lo que tiene un sabor especial, por Coco Runcio, Omar y Raúl, los gauchos de la estancia.
Para acompañarlo unas ricas ensaladas y papas rellenas con mayonesa saborizada, "una receta de mi familia ideada por mi tía Juana a partir de las hierbas de nuestra quinta", dice Teresa Achával.
Lo dulce llega en forma de panqueques con dulce de leche y luego té de menta y cedro o café con confitura de naranjitas. A la tarde el mate se ceba en compañía de pastelitos de membrillo amasados en casa. La cena, se sirve a la luz de las velas: crema de verduras, tallarines caseros, manzanitas acarameladas y bombones de la estancia con café o infusiones.
Para el domingo pizzetas, carbonada y flan de dulce de leche.
Fuente: Los Andes Online
http://www.losandes.com.ar/notas/2010/4/4/turismo-481418.asp