Una parte del Parque Nacional Tierra del Fuego puede recorrerse a bordo del Tren del Fin del Mundo, cuya historia está ligada para siempre al antiguo presidio y los orígenes de Ushuaia. Una historia para conocer desandando el pasado y admirar los bellísimos paisajes del extremo austral argentino.
La Isla Grande de Tierra del Fuego no sólo está separada del continente por el estrecho de Magallanes, sino que está rodeada al sur por el canal de Beagle, al este por el océano Atlántico y al oeste por el océano Pacífico. La isla es compartida por Chile, a quien pertenece la sección oeste, y la Argentina, a quien pertenece el este. Pero si la parte chilena, donde la Cordillera de los Andes entra en contacto con el mar, es elevada, muy accidentada y con gran cantidad de fiordos, la parte argentina posee en cambio costas menos abruptas. A semejante escenografía se le debe sumar un clima inhóspito, con veranos cortos y frescos –en los que incluso puede nevar– e inviernos largos y húmedos durante los cuales el sol aparece alrededor de las 9.30 y se va rápidamente hacia las tres de la tarde. Con tales condiciones, ¿qué mejor lugar para establecer una cárcel de reclusos peligrosos?
Corría el año 1895 cuando el entonces presidente argentino Julio A. Roca firmó un decreto para establecer una colonia penal en los territorios del sur del país, en la actual Ushuaia, cuyo nombre significa en lengua yámana “bahía que penetra hacia el poniente”. Si bien los orígenes de la ciudad se remontan a 1869, con la llegada de un misionero anglicano llamado Stirling que había ido a evangelizar a los nativos, fue la decisión de instalar el penal lo que impulsó su desarrollo y crecimiento. A partir de 1896 se habilitó una cárcel en instalaciones muy precarias, adonde llegaban condenados a pena de presidio, reclusos de cuidado destinados al peldaño anterior a la pena de muerte.
Entretanto más al sur de Ushuaia, en la Isla de los Estados, había un presidio militar junto al faro de San Juan de Salvamento. Conocido como “Faro del Fin del Mundo”, es el mismo que inspiró a Julio Verne su novela homónima y cuya réplica hoy se puede ver, en tamaño natural, en el Museo del Presidio. Pero en 1899 se decidió trasladar a los presos hacia Tierra del Fuego, debido al frío y la extrema humedad de la Isla de los Estados. Además en Tierra del Fuego, un destino un poco más humanitario, los reclusos podrían cumplir tareas de forestación y minería. Finalmente en 1902 treinta y seis de los prisioneros fueron llevados a la Isla Grande para comenzar a levantar el edificio definitivo del penal.
La construcción comenzó ese mismo año, frente a la esquina de las actuales calles Yaganes y Gobernador Paz, con la mano de obra de todos los reclusos. El edificio fue erigido con materiales de la zona: roca basáltica, madera, arcilla y arena de los riachos cercanos. Pero el traslado de los materiales se hacía arduo y sumamente lento, de modo que el entonces director del penal, el ingeniero Muratgia, solicitó la compra de rieles tipo Decauville. Mientras esperaban los rieles, que arribaron recién en 1908, utilizaron otros equivalentes de madera y armaron un xilocarril (tren de madera) con bueyes que arrastraban los pequeños vagones de carga. Ese humilde xilocarril, con una trocha inferior a un metro de ancho, fue el origen del tren más austral del mundo.
A partir de 1909, el pequeño tren de los presos se desarrolló velozmente con rieles tipo Decauville y una trocha de 60 centímetros. El nuevo medio de transporte salía todos los días del presidio hacia el campamento de tala de bosques, cruzando la ciudad por la costanera a través de la actual Avenida Maipú. Así se convirtió en una herramienta fundamental para acelerar la construcción del penal y proveer durante todo el año leña destinada a cocina y calefacción. Con el correr del tiempo se aumentó el número de las máquinas y vagones, y el tren comenzó a usarse también para carga y descarga de mercadería del muelle al presidio y viceversa. El tren contó con locomotoras como la Orenstein & Koppel y la Jüng. En la actualidad se pueden ver la Nº 2 (una de las Orenstein & Koppel) y un coche en el predio del Museo de la Prisión. En un comienzo, y durante dos décadas, el tendido ferroviario corría por la ladera este del Monte Susana, pero cuando las locomotoras originales no pudieron subir las partes más elevadas el ramal continuó por el centro del valle del río Pipo, en lo que hoy es el Parque Nacional Tierra del Fuego.
El presidio terminó de construirse en 1920. Contaba con cinco pabellones de dos pisos cada uno, dispuestos en forma de estrella alrededor de un vestíbulo central. En total había trescientas ochenta celdas. Cada celda, de cuatro metros cuadrados y muros de roca de sesenta centímetros, alojaba un solo prisionero. Sin embargo, en algunos momentos la cárcel llegó a alojar a más de seiscientos penados usando las caballerizas como celdas comunes. Recién en 1943 se inauguró un moderno hospital que, por mucho tiempo, fue el único de la zona. Además se instalaron talleres de carpintería, herrería, sastrería y panadería para dar a los presos un oficio cuando estuvieran en libertad. Sin embargo, estos talleres no sólo satisfacían las necesidades de la cárcel, sino que prestaban servicios a toda Ushuaia brindando la primera imprenta, el primer teléfono y electricidad. Así fue como la ciudad fue creciendo, de la mano de los presos que construían calles, plazas y puentes.
El penal fue, sin dudas, uno de los principales motores de la actividad económica de Ushuaia. Unas doscientas cincuenta personas, entre guardias y celadores, custodiaban a los penados. Hasta que, en 1947, la cárcel fueguina fue clausurada por el presidente Juan Domingo Perón, por razones humanitarias. Las instalaciones fueron transferidas al Ministerio de Marina y en ellas se instaló una base naval. Entretanto, en 1949 se produjo un terremoto y gran parte del tendido ferroviario quedó bloqueado: los días del tren parecían estar definitivamente contados. El gobierno trató de ponerlo en servicio nuevamente, pero el tren de los presos dejó de circular en 1952.
En 1994, cuarenta y dos años después de su último servicio el convoy retomó su recorrido histórico, pero esta vez convertido en tren turístico y a cargo de una empresa privada. En la actualidad es la vía férrea en funcionamiento más austral del mundo. El tramo actual reconstruido es de ocho kilómetros (el original era de veinticinco) y la trocha tiene sesenta en lugar de cincuenta centímetros. Las locomotoras actuales son dos a vapor y cuatro diesel, la última de ellas incorporada en 2006. De las dos a vapor una fue adquirida en Inglaterra a la firma Wilson Engineering (una 2-6-2T bautizada “Camila”) y la otra fue fabricada en Argentina. El recorrido es la parte final de la línea que unía el presidio con los campos de trabajo situados en lo que hoy es el Parque Nacional, que abarca 63 mil hectáreas y se encuentra 11 kilómetros al oeste de Ushuaia.
La reserva, que este año festeja sus cincuenta años con varios eventos, fue creada en 1960 para proteger la zona más austral de la Cordillera de los Andes y el bosque subantártico. En este clima se han desarrollado árboles de la familia de los Nothofagus como la lenga, que en otoño pasa del verde a un rojo intenso. En algunas zonas más expuestas los vientos son tan fuertes que los troncos y las ramas crecen torcidos por la fuerza de las ráfagas: son conocidos con el nombre de “árboles-bandera” por la forma que adquieren en su lucha contra el viento. También hay turbales rojizos que dan un gran colorido al verde predominante de la isla. El Parque Nacional Tierra del Fuego es el único de la Argentina que combina costa, bosque y montaña y donde habitan zorros colorados, guanacos, nutrias marinas, cauquenes marinos, patos y más de noventa especies de aves. También se pueden ver conejos y castores, verdaderos ingenieros hidráulicos que traen serias complicaciones cuando construyen diques en ríos y arroyos para proteger su madriguera. El problema radica en que los castores, nativos de Norteamérica, fueron introducidos, no tienen depredadores naturales y para comer y hacer diques derriban cuatrocientos árboles al año desequilibrando el ecosistema. Se estima que en Tierra del Fuego hay 70 mil castores, una verdadera plaga.
El tren actual no sale del presidio sino de la Estación Fin del Mundo, cabecera del ferrocarril que se encuentra continuando la RN Nº 3 ocho kilómetros al oeste de Ushuaia, cerca del Valle del río Pipo, entre el Monte Susana y la cadena montañosa Le Martial. La pintoresca estación alberga un salón de espera donde muchas veces hay una banda tocando música en vivo. Los rústicos vagones de carga han sido reemplazados por pequeños y cómodos coches pintados de color rojo, tan pequeños que es necesario agacharse un poco para entrar, y le dan a todo el tren cierto aspecto de juguete. Una vez en marcha, desde los grandes ventanales se puede apreciar una parte del Parque Nacional donde prácticamente no quedan árboles luego de la intensiva explotación forestal por parte de los presos. En la estación Cascada de la Macarena los pasajeros pueden descender por quince minutos: entretanto, una entretenida y novelada voz en off, con traducciones a varios idiomas, va relatando la historia del tren y las penurias allí vividas. Cuesta imaginar que cien años atrás esas mismas vías transportaban a reclusos con trajes a rayas, habitantes de las cercanías de un paraíso pero en condiciones de penuria inimaginables
Fuente: Página 12 Turismo