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Publicado: 19/09/2010
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Fuente: Página 12 Turismo

La provincia más antigua del país es sede de la Semana Carabajal, una de las fiestas emblemáticas argentinas. A puro rasguido, Santiago se celebra a sí misma en un encuentro repleto de artistas y turistas, que llegan de todos los rincones para cantar y bailar.

Dorada y curtida, la zurda de Froilán González sostiene el palo de lapacho, mientras el hierro caliente deja su huella. A lo lejos, la luna brilla sobre la figura colosal del Puente Carretero, a días de su anaranjada reapertura. “Este, hijo, es el más resistente, el más amigo del parche y el aro”, asegura El Indio, creador de los mejores bombos del país. Luego se para, da un apretón de manos y vuelve a un tronco a coser el cuero de su último encargo. Teresa, su mujer, lo mira y sonríe. Siempre sonríe: “Ese que está allá colgado. ¿Ves? –señala– Es el de Fernando de Catupecu Machu. Estamos esperando que nos mande el dibujo, así Froilán lo talla”. Su patio es una fiesta. Es plena Semana Carabajal, la heredera de la tradicional “fiesta de la abuela Carabajal”, y los visitantes nos sentimos como en casa. Cuentan que por aquí esto de juntarse es habitual, y que más allá de la fecha particular cada domingo el predio recibe a los amantes del folklore local y a visitantes de lugares diversos, porque no pasar por acá es no haber estado en Santiago. Su escenario suele presentar conjuntos regionales y ha sabido de grandes nombres como Horacio Guarany, Divididos o El Chaqueño Palavecino, entre otros, además de intérpretes, compositores y artistas como los Carabajal, paridos por esta milagrosa tierra chacarera.

Entre tanta charla, ya son las 21.30 y el colectivo ha dejado al dueño de los palillos autografiados sin traslado a La Banda, donde la fiesta que mantiene en vilo al barrio Los Lagos sigue sin tregua. Pero qué más da. Ese recuerdo, al igual que el aire perfumado por las trenzas santiagueñas que siguen a puro baile detrás, no tiene precio.

Vivir en la canción

Peteco se emociona de veras. El músico es como su guitarra: música y madera noble. Añoranzas del pago que brotan de la piel de su violín sachero, de esa voz tan particular, de cada historia hecha canción. “Siempre ando con algún instrumento encima, y con las manos y la mente blandita, como para aprender mejor. Por ahí piso mal una cuerda y ahí nace algo: hay tantas chacareras que tienes que estar atento para darte cuenta de si tiene identidad, si tiene el sabor, el color santiagueño”, afirma el más emblemático de los hijos, sobrinos y nietos de Carlos Carabajal, sentado en el patio donde corrió de chico y aprendió los primeros acordes de guitarra. La casa-escenario de Don Carlos lo remonta a su propia infancia: “Aquí han pasado tantas cosas”. Junto a él prueba sonido Homero, su hijo, recordado por la fenomenal zamba “A mis viejos”, cuando era apenas un niño y lo acompañaba a puro repique con un bombo más grande que él. Cerca está Roxana, hermana y también cantante, al igual que Demi y los primos Ricky y Mariela, formando un conjunto improvisado que hace bailar y cantar a los visitantes que siguen llegando, ignorando las dimensiones físicas del lugar. Decenas de amigos brotan de abajo de las baldosas, y la noche se hace peña con todas las letras, lo que incluye temas pedidos, comida casera y baile, combinadas con anécdotas de la familia y una provincia “que es la que más se ha respetado a sí misma en el camino al éxito de sus músicos”.

Nostalgias, zapateos y risas atrás, la gira musiquera sigue del otro lado del canal del río Dulce, que divide uno y otro lado del pueblo. Hay un alboroto desconocido: son las cuatro de la mañana y el humo de los carritos de comida sigue buscando el cielo. Las callecitas de tierra desbordan de choripaneadas, empanadas y milanesas con picante, quesillo y miel de caña, como para tener energía inacabable. La tropa de locales y los visitantes enfilan hacia el Club Ciclista Olímpico, cita tan prometedora como las aguas termales de Río Hondo. Allí se presenta el violinista más talentoso del país, Néstor Garnica, junto al jujeño Gustavo Patiño, los santiagueños Orellana-Lucca y adivina adivinador: Los Carabajal, dueños de la extravagante idea de un “Maratón de Chacareras”, que ha alcanzado el record Guinness ese mismo mediodía, gracias a cientos de artistas que sostuvieron 40 horas de canto y baile, con cerca de 800 temas interrumpidos.

Al Mishki Mayu

“Por los montes de Santiago corre una cinta plateada / y esos campos que atraviesa, parece que se adornaran. Chacarera ribereña, chacarera del río Dulce / que no falte una guitarra, ni un buen criollo que te pulse.”

Musa de tantos intérpretes, el Mishki Mayu (mishki: dulce; mayu: río, en lengua quichua) es otro de los emblemas locales. Cuando sus aguas entran a la provincia no sólo forman bañados y alimentan su árida estepa; también recrean la vida de sus pobladores en innumerables canciones. El río Dulce es el más importante afluente tanto a nivel económico como humano: embravecido en su navegar, surca ciudades, pueblos y parajes con fecundos humedales, desde su nacimiento montañoso en los límites de Salta y Tucumán. Pero es al entrar en Santiago del Estero cuando su nombre se transforma en una insignia cultural. Aquí el agua es valorada como oro por la aridez que quiebra el suelo, castigado por la permanente sequedad y las altas temperaturas. Esa fértil visita al pago ha llevado a letras, ritmos y melodías que homenajean al Dulce en sus 450 caudalosos kilómetros de recorrido, atravesando en diagonal poblados emblemáticos como La Banda y llenando diques derivadores como Los Quiroga, una espectacular obra hídrica con capacidad de bañar 110.000 hectáreas.

Pero el río es también recreación y una de las maneras más atractivas de llegar a él es por medio del Parque Aguirre, un importante pulmón verde ubicado en plena ciudad. Como los bosques de Palermo en Buenos Aires (aunque mucho más pequeño), el Aguirre es utilizado por la familia santiagueña diariamente, en especial los fines de semana. En su paso por la capital, el Dulce divide un brazo hacia los límites septentrionales de las salinas de Ambargasta, en donde las aguas se tornan saladas, por lo que ese brazo recibe el nombre de Saladillo. Tras la aventura, el ramal confluye nuevamente con el brazo principal en las cercanías de Telares, otro emblema de las chacareras (“Camino a Telares”, de Marcelo Mitre). Mientras tanto, su curso inferior se abre camino a Córdoba, donde recibe el nombre de Petri, tras haber mojado trece departamentos santiagueños.

Cerquita

Espacio para actividades náuticas, el río ofrece su fisonomía agreste y poco alterada también para salir a campo traviesa con caballos, vehículos 4x4 o bicicletas. Cerca de la Villa Atamisqui, la pesca con mosca congrega a decenas de amantes de esta disciplina, que aprovechan la barranca alta donde la corriente se recuesta sobre la orilla y hace profundo el lecho de tosca. Algunos hasta aseguran que se han vuelto a sacar buenos dorados tras la seca ictícola de unos años atrás.

Es sabido también que Santiago es sinónimo de fe, y resta llegar a la Catedral Basílica, que data de 1876, para comprobarlo. Es el último de cuatro templos anteriores: el primero de ellos se construyó en 1570 e inauguró la primera diócesis en territorio argentino. Por su parte el convento de Santo Domingo, remodelado e inaugurado en 1881, guarda una copia de la Sábana Santa, lienzo que se grabó por contacto con el auténtico venerado en Turín, con el que según la tradición se envolvió el cuerpo de Cristo antes de colocarlo en su sepulcro. Otro punto es el convento de San Francisco, de 1566, remodelado a estilo neogótico a fines del siglo XIX. Consta de tres naves y la principal está presidida por un altar de madera de pino, laminado en oro. Y se puede hacer un alto en el camino para conocer la casa museo de don Andrés Chazarreta, gran hito de la cultura local, donde se muestran las pertenencias del folclorista que durante más de 50 años recopiló y compuso centenares de piezas populares.

La historia de San Francisco Solano y su violín así como los bañados de Añatuya, en el Parque Nacional Copo (115.000 hectáreas dominadas por bosques de quebracho colorado) son dos lugares para hacerse la escapada, que debe sí o sí concluir con un paso reparador por la termal Río Hondo. En plena temporada, sus famosas aguas alcalinas, bicarbonatadas, cloradas y sulfatadas son un lujo posible a 70 kilómetros. Por contener esas pequeñas cantidades de minerales en estado iónico, las aguas logran un gran poder de penetración en el organismo. Esto le otorga otra sensación inolvidable que el cuerpo se llevará por partida doble de la imbatible tierra de las chacarerasz

Fuente: Página 12 Turismo


Ver el original en: Santiago, tierra de chacareras.
Más información de Santiago del Estero en turismonorteargentino.com.

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