Con la infraestructura de servicios en alza y encantadores postales de verdes, ríos y cascadas, sugiere un verdadero descanso estival.
Al microclima merlino se le suma -junto con el importante marketing de los fanáticos- la buena oferta de alojamientos, comercios y las incansables propuestas de aventura, esto en el marco de la Sierra de Comechingones con su vegetación autóctona, los arroyos cristalinos y el ambiente de relajación constante han resultado en una villa de descanso ideal para cubrir las necesidades (incluso sorprender) a los visitantes.
No será raro que tras algunas horas del arribo se sienta sensiblemente de mejor humor, la alfombra de verdes sobre las elevaciones y los servicios parecen entrar en consonancia con los iones negativos.
El paisaje abrigado de las sierras da lugar a interactuar con él de una y mil formas. Caminatas por circuitos inventados o siguiendo las rutas preestablecidas es una de las maneras. Otra es inmiscuirse en la serranías a a caballo. Cruzar arroyos, áreas descampadas y ascender por las laderas llevará -según la opción elegida- a descubrir la flora y la fauna, así como los modos de vida de los pobladores. Lo mejor es arribar a los miradores que permiten observar todo el valle de Conlara.
Para los que buscan más movimiento hacer rappel en el Tabaquillo es una buena alternativa, o llegar a Rincón del Este para lanzarse por la tirolesa genera buenas dosis de adrenalina. Atreverse a surcar los cielos es algo que debe hacerse en vacaciones, y si es en Merlo mejor.
Desde el Mirador de los Cóndores a poco más de 2.000 metros de altura, se lanzan por los aires los seguidores del deporte y los corajudos. Resulta que por las condiciones geográficas y climáticas este es un sitio ideal para la práctica de parapente. Otro enclave es El Nido, siguiendo la Avenida del sol, allí enseñan todas las técnicas y con público de curiosos bautizan a los novatos.
La ruta de las minas resulta muy atractiva para los viajeros. La tradición minera de la zona brinda diversas excursiones por alguna de ellas ya en desuso. La Mina de los Cóndores es una de ellas, se puede ingresar por los túneles y conocer cómo se trabajaba por allí además de ver el pueblo abandonado. En Cerro Áspero, en La Carolina y La Toma siguen las propuestas.
Andar y desandar la Avenida del Sol es el deporte de todos los que llegan a la villa, alojamientos, gastronomía y paseos integran el circuito, que se amplía transitando la arteria Dos Venados con sus múltiples atractivos.
Y como nadie se queda quieto hay que seguir todos los circuitos posibles, el de las Casas Antiguas, es uno de ellos, pero hay muchas opciones para sumergirse en la cotidianidad merlina.
A los museos también hay que incluirlos en la agenda de vacaciones. El Museo Casa del Poeta Agüero invita a disfrutar de la pluma del que fuera dueño de la casona colonial y el más insigne poeta puntano. El Museo Regional Lolma (algarrobal en lengua de los Comechingones) da cuenta de la idiosincrasia y cosmovisión de los primeros habitantes.
Las artesanías son obsesión de muchos viajeros, para ellos el circuito de los artesanos es ideal. El trayecto lleva por los talleres de los hacedores que hacen piezas increíbles con madera, huesos, metales, cerámicas, lanas, piedras, papel, entre otras materias primas.
La ruta que lleva por los emprendimientos rurales es otra de las sugerencias para el verano ya que las diversas postas ofrecen una muestra de los que significa vivir en el entorno de la villa.
Visitar casonas compartir mate y delicias caseras, andar a caballo, realizar un paseo por un viejo expreso, realizar safaris fotográficos, empaparse de los conocimientos de las hierbas aromáticas y medicinales así como de las conservas entre otras preparaciones autóctonas, es la idea. Lo más interesante es que el circuito es auto guiado y los anfitriones son los lugareños cuya hospitalidad hace entrañable el paseo.
Fuente: Los Andes Turismo
http://www.losandes.com.ar/notas/2009/12/27/turismo-463860.asp