A la luz de la luna llena en el Triásico, es una linda visita al Parque Ischigualasto para apreciar las raras formaciones recortadas en la oscuridad, iluminadas por la luna, por los mismos senderos que pisaron los dinosaurios hace miles de años.
Justamente, el Ischigualasto recibe el nombre de “sitio donde se posa la luna”, o comunmente conocido como el Valle de la Luna.
Para hacer esta visita a la luz de la luna, hay que llegar al Parque al atardecer, para ver una linda puesta del sol y ver como empiezan a aparecer las estrellas. El lugar ideal es frente al Hongo, esta enorme formación que durante unos minutos se enciende en color naranja radiante.
A medida que caminamos, hacemos una transición lenta entre el crepúsculo y la noche, mientras el sol se esconde centrimetro a centimetro bajo la linea del horizonte.
Así, el cielo nos sorprende con un naranja fuego, luego gris, y finalmente negro con estrellas pintando la noche.
Entonces, hay que ir al sector del Submarino y ver bellos paisajes lleno de colores sobre la gran muralla de los Colorados y las dos torres periscópicas del Submarino.
En la caminata hacia el Campo de Bochas, se pasa por la Esfinge (la silueta recuerda las cabezas humanas que tallaban los egipcios), y por singulares formaciones de arena, un cerro de frente triangular y “honguitos”.
En el cielo, la luna nos ilumina mientras llegamos al Campo de Bochas. Es el sector del Parque que mejor reproduce el ambiente lunar, especialmente en la visita nocturna, donde todo visitante se siente como pisando las huellas de Neil Armstrong.
Estas rocas, se formaron hace 228 millones de años.
En la visita nocturna, hay lugares alternativos que no se llegan durante el día, como la zona de las Bandejas, llamada así por unas geoformas rocosas similares a grandes bandejas, las iglesias abandonadas, se recorren rocas de formas extrañas que se dirían templos en ruinas.
Muchas formaciones se ven totalmente negras, con el contorno recortado contra el cielo lleno de estrellas.
El suelo del Parque Provincial Ischigualasto fue la superficie de la Tierra hace 200 millones de años, cuando todo este paisaje árido era un vergel con lagos, bosques y una nutrida fauna donde sobresalían los dinosaurios. Al brotar la Cordillera de los Andes, los vientos húmedos del Pacífico dejaron de llegar y poco a poco la zona se convirtió en un desierto.