El Otto Meiling es conocido mundialmente por ser la parada oficial de quienes desafían al gran Tronador. Para qué está, cómo se vive y qué travesías pueden realizarse desde este refugio de altura del Club Andino Bariloche.
Los refugios de montaña son, ante todo, un punto de encuentro con la montaña. Además de paradas obligadas para el inicio de excursiones, la preparación de una ascensión y/o el descanso, tras sus paredes vive el intercambio de experiencias, la fraternidad entre los escaladores y amantes de la vida de altura. Así nacen, y así sobreviven en lugares remotos, extremos, impensados. Son, en suma, parte misma de la aventura a la que invita la montaña.
En esa lista consagrada, más por su historia y su ubicación que por su elegancia edilicia, está el Otto Meiling, refugio perteneciente al Club Andino Bariloche. “Uno de los mayores atractivos del cerro Tronador, y en consecuencia de que mucha gente nos visite, es que no sólo esta montaña es una de las más grandes que se ubican en el Norte de la Patagonia, sino que además debe su inmensa belleza al hecho de continuar hoy cubierta de extensos campos glaciarios y nieve, a pesar de la latitud en que se encuentra”, explica Nicolás Bettinelli, concesionario actual del refugio que atiende en los meses de verano, desde ya hace varios años.
Construido en hormigón armado y madera, y ubicado a 1930 metros de altura en plena ladera del cerro Tronador, entre los glaciares Castaño Overa y Alerce, el Otto Meiling es una parada imprescindible para los escaladores. Creado tras un subsidio de la provincia al Club Andino, que se usó también para construir el refugio Neumeyer en el valle del Challhuaco, el Meiling fue emplazado en un lugar estratégico ya que el glaciar llegaba hasta su puerta. Pero con los cambios climáticos, el hielo ha retrocedido más de setecientos metros. Sin embargo, sigue siendo un remanso para los montañistas, en su mayoría de nacionalidad argentina. El refugio tiene una amplia cocina comedor, baños y dos dormitorios en la planta alta, con capacidad para 60 personas. Y ofrece servicios adicionales de pernocte y gastronomía, además de las excursiones con guías para disfrutar de las bellezas naturales de sus alrededores. Y es que una de las ventajas del Tronador, pese a que su gran extensión y relativamente poca pendiente, es que se propone como una montaña amigable, ideal para la práctica de trekking sobre terreno glaciario y para la escalada en hielo, pudiéndose realizar innumerables travesías a más de 2000 metros de altura desde un punto a otro del cerro. Y para los más ávidos de aventura y adrenalina, el desafío es alcanzar sus tres cumbres principales, que superan los 3.300 metros. “En ese sentido, todas las excursiones recorren campos de hielo seminevados de gran belleza, pudiéndose apreciar además una fabulosa vista de 360 grados hacia las montañas y lagos que circundan el gran volcán extinto, cuyo nombre original en lengua indígena es Anon.”
Cuentan puertas adentro que cada vez son más los que no se conforman con acceder al refugio, luego de cuatro o cinco horas de caminata: quieren emprender algunas de las diversas actividades de altura, coordinadas y seguidas de cerca por un equipo de guías de montaña especialmente capacitados. También, es mucha la gente que llega hasta el refugio en busca de la tranquilidad y la comunión con la naturaleza, sin dejar de lado el abrigo que puede brindar en épocas de tormenta y nevada. “La vida acá, para los que laburamos, es paradójicamente muy parecida a la vida de... a ver: un velero de alta mar, por ejemplo. En ambos lugares, la tripulación debe preocuparse por obtener y cuidar todo lo que necesitan los visitantes para su subsistencia, desde el alimento y la limpieza hasta la energía o el agua, ya que al tratarse de un lugar aislado debe ser abastecido y administrado con precisión”, asegura Bettinelli.
El refugio ofrece a sus visitantes la posibilidad de pasar la noche al calor de las brasas y escuchando las historias, algunas inquietantes y otras casi desopilantes, de escaladores que andan con piqueta, crampones, arneses y casco, antes que con documentos. Rostros curtidos por el sol, barbas de meses y en muchas ocasiones idiomas lejanos, se reagrupan en una misma sala para compartir charlas, mate y chocolate caliente. Como las calorías son importantes para la actividad, hay un buen servicio de comidas durante todo el día, y si bien las instalaciones no son un lujo, la amena atención del grupo de refugieros que acompañan a Bettinelli, las complementa ampliamente. En este sentido, y atendiendo a la demanda de una mejor infraestructura propuesta por sus asiduos residentes, el Club Andino Bariloche ya ha puesto en marcha un proyecto de ampliación del edificio principal. El Otto Meiling suele cerrar en invierno, cuando el clima se pone tan riguroso que nadie lo visita, y las alturas son dominadas, más que nunca, por el frío y la nieve.
El acceso normal al refugio se da por la picada desde Pampa Linda. En sus inmediaciones, todo es paisaje sorprendente: las bucólicas pinturas del Valle Paso de las Nubes, los cerros López, Bonete, Righi, Catedral, Piltriquitrón, Tres Picos, el Yate (ya en Chile), Anecón Grande, la cordillera del Turbio y otros picos tan o más bellos cuyo nombre este cronista ya no recuerda. Entre los destacados, y hacia el Norte, sobresale perfecto e inmaculado el cono del volcán Lanín, otro desafío con nombre propio para los escaladores apasionados. Desde el refugio puede prepararse el ascenso a cualquiera de los tres picos del Tronador (el principal fue alcanzado por vez primera por Germán Claussen en 1931), una de las actividades más atractivas y codiciadas de la zona, bajo el fabuloso marco de agujas que decoran el lago Nahuel Huapi. El terreno glaciar cercano al refugio ofrece óptimas condiciones para los que sin ser expertos, quieren animarse a la aventura. Allí es posible la práctica de la escalada en hielo, una actividad que congrega a cientos de invitados nacionales e internacionales desde los inicios del andinismo sudamericano. Los menos experimentados pueden realizar varias caminatas y excursiones cortas que se contratan ahí mismo. Una de las más populares es un trekking sobre el glaciar Castaño Overa, con la compañía de un guía habilitado por la Administración de Parques Nacionales, y donde ocasionalmente puede practicarse esquí. Otra es la caminata al Filo de la Motte (2.400 msnm), por una suave pendiente nevada del filo glaciar, que divide las cuencas del Overo y el Alerce. Desde ese filo se puede apreciar, además del ocasional revoloteo de algún cóndor, la pared Norte del Pico Argentino del Tronador, de 3.300 metros de altura, parte de una de las rutas clásicas para su escalada. Este pico es, ni más ni menos, un glaciar colgante de unos 500 metros de desnivel y 50 grados de inclinación. En su parte inferior, el glaciar se precipita a la cuenca del glaciar Casa Pangue, casi mil metros más abajo. Para los más avanzados el reto se extiende en tiempo e inclinación. Durante unas tres horas de actividad y también con guía a cargo, puede realizarse una travesía que conduce al cerro Punta Cóndor, una sensacional subcumbre del Tronador, que en su camino atraviesa los glaciares Alerce y Frías. Otras travesías enlazan Pampa Linda - Refugio Meiling; Refugio Meiling - Refugio Tronador Viejo; Filo del Camping - Refugio Meiling; Pampa Linda - Refugio Tronador Viejo; y Refugio Meiling - Paso de las Nubes - Pampa linda
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Fuente: Página 12 Turismo
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/turismo/9-1711-2010-01-31.html