Publicado: 11/10/2009
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Fuente: La Voz Turismo
Un viaje entre lagos, volcanes y la magnificencia del paisaje cordillerano. Desde San Martín de los Andes, en la Argentina, hasta Pucón / Villarrica, en Chile, en el corazón de la Araucanía, se puede viajar de varias maneras, también por agua.
Desde San Martín de los Andes o Bariloche, en unas pocas horas, el cruce de los Andes por tierra es una tentación para los amantes de la naturaleza en estado puro. Antes de llegar a la frontera con Chile, la enorme imagen del volcán Lanín despide a los viajeros que se dirigen hacia el corazón de la Araucanía, cruzando por el Paso Tromen, llamado Mamuil Malal del lado chileno.
Allí, son recibidos por un paisaje agreste repleto de volcanes milenarios entre los que se destaca el Villarrica, de 2.800 metros sobre el nivel del mar. Rucapillán es el nombre que la historia mapuche le puso a ese volcán en actividad y su traducción al castellano es algo inquietante: "Casa del Espíritu".
Luego de un par de horas de viaje, las pequeñas ciudades de Pucón y Villarrica comparten otra maravilla de la zona: el enorme lago Villarrica, donde en verano abundan los veleros y los deportistas náuticos que practican windsurf, kayak, rafting y realizan carreras de embarcaciones. En épocas más frías, el lago es una caricia para los ojos, una convocatoria al relax.
Basta observar la parsimonia con que se mueven tanto los turistas de todas las latitudes como los propios habitantes locales, para darse cuenta de que se ha llegado a una región en la que el descanso es casi una obligación.
Sin embargo, ese descanso tiene variantes. Los amantes de la contemplación encuentran en esta parte del mundo todo lo que la naturaleza puede ofrecer en materia de placeres terrenales, desde paseos por reservas naturales silenciosas, hasta una gastronomía de excelencia regada con la proverbial calidad de los mejores vinos chilenos.
Por su parte, quienes prefieren los descansos que implican desgaste físico, encuentran en el volcán Villarrica una excusa para bajar los decibeles que traen de las grandes ciudades, ya que después de ascender hasta el propio cráter de esa montaña viva, vuelven exhaustos a su lugar de alojamiento.
Ahora, si se hospedan en el hotel Villarrica Park Lake, ubicado a medio camino entre Pucón y Villarrica, los esfuerzos musculares habrán de ser largamente compensados en un inmenso spa de 1.600 metros cuadrados, donde encontrarán sauna seco y baños de vapor; gimnasio completo; tratamientos de belleza y masajes diversos; pileta cubierta templada, con jacuzzi incorporado, y piscinas externas para el verano. El lugar es una cita obligada para todos: los que optaron por la acción y el despliegue físico y los que gozaron con el dulce placer de no hacer nada.
Después, el restaurante Aguas Verdes de este cinco estrellas rodeado de jardines, será también un espacio de encuentro y, a la hora del sueño, tanto al acostarse como al despertar, los viajeros tendrán la vista panorámica del lago Villarrica desde cualquiera de las habitaciones.
La tranquilidad de las cabalgatas por senderos; la adrenalina del rafting en distintos niveles, en el río Trancura, y los paseos en bicicleta a campo abierto, son otras de las opciones regionales que incluyen el aprendizaje sobre la vida o muerte –según el caso– de esos volcanes de los que se enorgullecen los lugareños.
Esto último se puede conocer en las cuevas volcánicas en las que se ingresa, con la compañía de un guía, acondicionadas con luces y rústicas escaleras, en un recorrido subterráneo de unos 700 metros en lo profundo de la tierra.
Las 20 lagunas alimentadas por vertientes que bajan de la alta montaña, en el Parque Nacional Huerquehue, ubicado a 33 kilómetros al este de Pucón, son otro atractivo para quienes buscan olvidarse del mundanal ruido y echarse en brazos del también mundanal placer.
Como es lógico en tierra de volcanes, las aguas termales están presentes en todas las variantes, con una infraestructura de calidad que no se encuentra en cualquier parte.
En ese sentido, el complejo conocido como Termas de Huife, emplazado en el valle del río Liucura, es uno de los más completos. Dos piletas exteriores con aguas termales de entre 38 y 40 grados, una más fría para contrastar sensaciones y otra piscina cubierta, que tiene distintos tipos de hidromasaje y hasta un sector para nadar contra la corriente, forman parte de la oferta.
Al final de algunos días y noches en esta parte del mundo, la idea de abandonar lujos y placeres también inquieta un poco. Pero la perspectiva de un regreso inusual navegando por la cordillera (ver recuadro), vuelve a despertar la ansiedad por lo distinto con igual intensidad que si recién comenzara el viaje.
Fuente: Fernanda Degleue para La Voz Turismo
http://www.lavoz.com.ar/nota.asp?nota_id=558239
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