Lejos del bullicio de adolescentes que sólo anhelan tirarse bolas de nieve y bailar hasta la madrugada, la ciudad más famosa de la Patagonia es un refugio para deportistas intrépidos, paladares refinados y familias en plan de descanso. Todo, sobre un manto blanco y bajo un cerro con nombre eclesiástico.
Coordenadas: Bariloche está a 1.627 km de Buenos Aires. El cerro Catedral, por su parte, se erige a sólo 19 km del centro de la ciudad.
La mejor ruta: desde Buenos Aires, un ticket aéreo en temporada alta parte de los $ 630 más impuestos.
Hospedaje: para una opción de lujo, el clásico Llao Llao Hotel & Resort, Golf Spa es la más sofisticada. Por persona, hay que calcular desde $930 en base doble, con desayuno, en habitación estándar.
Un souvenir: ¿acaso hay dudas? Chocolate, en rama o lo que guste.
Matices eternos
Aun en tiempos difíciles, Bariloche no pierde ese entramado de nostalgia y adrenalina que acompaña su paisaje de tintes azulados, cerros nevados y lagos espejados.
Y en plena temporada, ofrece una variedad de opciones para todo tipo de visitantes, aquellos que disfrutan de la nieve en familia o quienes buscan emociones.
Más allá de los tradicionales deportes invernales, el cerro Catedral, ícono regional, abrió un abanico de nuevas aventuras.
Una alternativa interesante es el snow tour, ideal para los amantes del trekking que deseen explorar pasajes de la montaña acompañados de guías especializados.
Existe también la posibilidad de adentrarse por los sinuosos caminos del gigante nevado en cuatriciclos todo terreno y desafiar las pistas de hielo en veloces snowmobiles, ascendiendo por el bosque hasta los 1.400 metros de altura. Si lo hacen de noche, desde esta temporada, hay premio extra: el restaurante La Cueva, construido en un refugio natural de la montaña, ofrece un menú de influencias patagónicas.
Sin embargo, aquí no se agotan las opciones para los gourmands ávidos por los sabores regionales. Dos veces por semana, los miércoles y domingo, el restaurante El Gringo, en Colonia Suiza, a 21 km de Bariloche, abre las puertas a la cocina artesanal: el curanto, una cocción de mariscos en un pozo y a la piedra tradicional de la Polinesia que, tras su paso por Chile, la familia Goye trajo a suelo argentino adaptando la receta a los gustos locales, a base de carne blanca, roja y verduras.
La cocción, un espectáculo digno de seguirse con atención antes de degustarlo, descansa en manos de los más fieles herederos de la receta original, los nietos de Neutral Goye, su creador.
Fuente: Perfil Turismo
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0395/articulo.php?art=16498&ed=0395