Con los Andes como telón de fondo, la provincia cuyana es la estrella del vino argentino. Con el malbec como bandera, produce tintos y blancos de carácter y festeja a Baco.
Cada febrero, el país se prepara para la vendimia. El comienzo de la recolección de las uvas, que prepararán los más de 15 millones de hectolitros de vino que la Argentina produce al año, es el punto de partida ideal para rendirle un homenaje a Baco. Como concentra más del 80 por ciento del total de esa producción todas las miradas se posan en Mendoza. Decir que es la tierra del sol y el buen vino es, a estas alturas, casi una obviedad, pero también una verdad innegable. Los casi 300 días de sol de promedio al año, las características de su suelo y su altura y su clima perfecto para el desarrollo de cepas tintas y blancas convierten a la provincia cuyana en el epicentro del vino argentino, parte indisoluble de la cultura nacional. En los últimos veinte años el vino se convirtió también en un producto de exportación compitiendo en calidad y cantidad con los otros jugadores fuertes del llamado Nuevo Mundo: el vecino Chile, Australia, Sudáfrica y Nueva Zelanda, entre otros. El planeta descubrió que es en el Valle de Uco donde se produce el mejor malbec del mundo, aunque la variedad francesa haya llegado aquí de la mano del agrónomo Michel Aime Pouguet en el siglo XIX. Que el cabernet sauvignon mendocino tiene una personalidad avasallante y que la calidad de los espumantes que se elaboran en San Rafael está al nivel de la región de champán, la madre patria de las burbujas. Y ése es sólo el principio del recorrido.
Mendoza, se pone de punta en blanco para su vendimia. Desde 1936, la provincia celebra a fines de este mes la bendición de los frutos –el 28 para ser exactos–, que prepararán el camino para la Vía Blanca de las Reinas donde las candidatas se exhiben. Después de los carruajes del Carrusel, durante tres días y sus noches –el 6, 7 y 8 de marzo–, se baila, se canta y, por supuesto, se bebe. Además de elegir a la reina, antiguo ritual que coronaba a la cosechadora más bella.
Pero esa es la excusa para festejar: con más de 150 mil hectáreas de viñedos, Mendoza es la provincia con más variedad de cepas y de zonas productoras, con el malbec como estrella. “Entre los 32º y 38º del hemisferio sur es donde se dan las mejores características para el vino, y Mendoza tiene casi toda su superficie plantada entre esos paralelos”,
dice Alejandro Iglesias, sommelier y docente de la Escuela Argentina de Sommeliers. “En esta región alta y con clima fresco donde se obtienen los vinos de gran complejidad y la amplitud térmica –mucho sol y calor seco durante el día, y bajas temperaturas durante la noche– lo que permiten que los vinos tintos tomen su color intenso, sus taninos marcados y calidad apta para un envejecimiento prolongado”, explica. Además, “el paladar del mundo se adapta perfectamente a tantas opciones”, afirma el experto Pietro Sorba, fanático confeso del malbec cuyano: “Su altísima calidad se da como en ningún otro lugar del mundo. En Francia, por ejemplo, es una cepa que se usa más para cortar, es decir, mezclar dos variedades. Y en Chile están haciendo experimentos, pero las características del Valle de Uco, con su altura privilegiada y su posición geográfica hacen que sus tierras sean las más fértiles y propicias”, se apasiona. Iglesias agrega: “El agua pura de deshielo y la poca materia orgánica del suelo” completan el secreto.
Como sea, hasta la revista Wine Spectator, la más importante publicación global dedicada al vino, destacó al malbec mendocino en su ejemplar de diciembre. Un cuarto de los 600 vinos catados por sus expertos calificaron con 95 puntos o más. Un verdadero privilegio.
En el Valle de Uco, al pie de la cordillera de los Andes, los campos de vid están entre los 900 y 1.200 msnm. Comprende los departamentos de Tupungato –donde además prolifera el delicado syrah, la estrella sanjuanina; y cepas blancas como la fina y aromática chardonnay, la vedette de los vinos blancos argentinos; el estructurado semillón y el sauvignon blanc–, Tunuyán y San Carlos.
La región Centro-Oeste, la más cercana a Mendoza capital, concentra el mayor número de bodegas, museos y lugares históricos relacionados a la vitivinicultura. Repartidas entre Godoy Cruz, Guaymallén, Maipú y Luján de Cuyo –especialmente en esta última zona– las plantaciones están un poco más bajas, entre 650 y 1.000 metros de altura y producen malbec, cabernet sauvignon –la cepa tinta más consumida por los argentinos– y merlot entre otros. Los tours que ofrecen los establecimientos productores incluyen la experiencia de cosechar, vinificar y, por supuesto, degustar. También hay restaurantes gourmet y opciones de alojamiento entre los viñedos.
El este o Valle Central (San Martín, Junín, La Paz, Santa Rosa y Rivadavia) llega hasta los 750 msnm y de allí surge la cada vez más popular bonarda. Esta cepa tinta, que se solía utilizar sólo para vinos de mesa, es tan noble como el malbec, pero un poco más suave.
Y los espumantes se guardan para el sur: en San Rafael, Malargüe y Gral. Alvear, las variedades blancas que se usan para elaborarlo –chardonnay y semillón– y la uva tinta con la que se mezclan, el delicado pinot noir se dan con particular énfasis en esta zona. Algunas champagneras internacionales tienen aquí su único lugar de producción fuera de Francia.
Por eso y por el vino argentino, ¡salud!.
Fuente: Diario Perfil
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0441/articulo.php?art=19750&ed=0441