Trekking, cabalgatas, deportes náuticos y de nieve en la villa de Potrerillos y los valles cercanos. Además, un museo arqueológico y avistaje de cóndores.
Potrerillos está en tu destino”, dice el folleto, y la mística queda flotando. Alguna razón encierra el mensaje, ya que esta villa de montaña –65 km al oeste de Mendoza capital– atrae a los viajeros con la fuerza de un imán. Quienes observen cómo la caída del sol estampa contra el cielo los contornos de la cadena montañosa Cordón del Plata, cuyo pico más alto mide casi 6 mil metros, sentirán ese designio. Potrerillos desborda naturaleza, promete adrenalina y relax.
Antes de lanzarse a la aventura, es bueno saber que la villa debe su nombre a pequeños potreros de la zona en los que San Martín reunía caballos y mulas. Antes del paso del Libertador, habían servido para intercambiar ganado entre Argentina y Chile. Al paisaje de este valle se sumó en 2001 un lago artificial de 1.500 ha.
Un primer abordaje de los 4,6 km del perímetro del lago puede ser a pie, a caballo o en bicicleta. A lo largo del circuito aparecen tres miradores que compiten entre sí para ofrecer las mejores vistas de las montañas nevadas y el embalse del río Mendoza. Allí se practican deportes náuticos como windsurf, velerismo, kayak de travesía y pesca deportiva.
Para quienes llegan estresados, una buena idea para bajar decibeles es visitar el Museo Arqueológico, cerca del lago, que atesora piezas de antiguas culturas originarias. El paseo puede seguir por el Centro Cultural y Biblioteca y la Feria de los Artesanos. Lejos del dique, luego de atravesar un puente que cruza el río Blanco, se levantan el Centro Cívico y la escuela, entre otras instituciones.
Por la avenida Los Cóndores se accede a las localidades El Salto, a 3 km, y Las Vegas, a 8 km. En estos valles se concentra la mayoría de los hospedajes y la oferta gastronómica. En El Salto es imperdible la cervecería artesanal Jerome, famosa por sus cinco variedades de cerveza de guarda, conservadas en barricas de madera y elaboradas con agua de deshielo. Lo ideal es acompañar la bebida con una degustación de siete tipos de salchicha.
Para los que buscan acción, en invierno proliferan las actividades de nieve, pero no son las únicas: altos niveles de adrenalina garantiza el rafting por el río Mendoza, envueltos en trajes de neoprene. Otra opción para grandes y chicos es el trekking, que puede complementarse con la práctica de rappel. Aunque parezca muy difícil, todos pueden realizar la experiencia de bajar, protegidos por cuerdas, arneses y experimentados guías, por una pared de roca tallada en la montaña.
Y a cualquiera de las actividades de aventura puede agregarse el canopy, que consiste en volar por los aires haciendo base en las copas de los árboles. Una excelente excusa para admirar el paisaje, con vistas panorámicas únicas.
Uno de los paseos más bellos desde El Salto se inicia en el camino hacia el Rincón de los Oscuros, una zona de vertientes de aguas minerales. Tras una caminata de dos horas –también se accede a caballo–, se alcanza una cascada, congelada en esta época, que surge de una enorme pared de piedra natural. También es posible subir en vehículo hasta la cumbre del cerro El Cristo, un excelente mirador para obtener una completa perspectiva del valle y la cordillera.
Cerca de Las Vegas, los cursos de los arroyos Las Mulas y Las Vacas son ideales para cabalgar, caminar o transitar en bicicleta. Partiendo desde este punto rumbo a Pampa de la Carrera, luego de continuas subidas y bajadas, se llega a una zona de altura, desde donde se avistan cóndores a muy corta distancia.
En tanto, para los que no pueden mantenerse alejados de la nieve, nada mejor que los parques, más chicos y familiares que un centro de esquí y diseñados para principiantes. Además de pistas para aprendices, Los Puquios ofrece tubbing –consiste en deslizarse o barrenar la nieve sobre gomones–, trineos y trekking con raquetas.
El parque Aconcagua Esquí ofrece una caminata con raquetas para todas las edades. Recorre 5 km e insume 2 hs ida y vuelta, hasta el Area Protegida Parque Aconcagua. Al llegar a la laguna Horcones, hay un agasajo con un refrigerio de montaña.
Después de tanta acción, escasean las energías para afrontar la noche. Mejor ahorre fuerzas para dedicar un rato a la contemplación del cielo: aquí las noches son muy diáfanas, el cielo se carga de estrellas y la Cruz del Sur brilla con fuerza.
Fuente: Clarín Turismo