Frente a uno de los paisajes más emblemáticos de la provincia de Mendoza, con la cordillera como marco de los extensos viñedos, Séptima propone culminar el día con estilo.
En la magnífica terraza cuya vista regala escenarios bien definidos a cada lado, la despedida del sol es un regocijo para los sentidos. Con el correr de los minutos los objetos se tornan camaleónicos; despiertan todos los verdes y ocres de las vides y la tierra, los azules del cielo y la montaña cercana que aún muestra sus cumbres nevadas. Los aromas de las hierbas precordilleranas, de las viñas húmedas -acaba de llover- y de los caldos que transpiran las copas, sella recuerdos olfativos.
Los asistentes, luego de recorrer las instalaciones de la bodega, se encuentran tomando todas las fotos posibles desde la explanada posterior, como si fuera factible capturar en una instantánea ese mágico momento.
Una degustación de espumantes -María Codorniú, María Pinot Noir y María Reserve- acompañados de una tabla de quesos y fiambres con pan casero, productos especialmente elaborados por el restaurante de la casa, es la propuesta. El maridaje responde al antojo personal, aunque cada elemento de la paleta fue concebido para resaltar los sabores, las texturas al tiempo que despabila sensaciones aletargadas.
Livings y mesas se distribuyen en un espacio sin límite visual, ambiente chill out podríamos decir. Cada quien elige su sitio para disfrutar del espectáculo cuya duración se extiende hasta bien entradas las 21, con la premisa (comprobada a cada instante) de un disfrute pleno.
Música de diversas etnias de América Latina y del mundo colaboran en la atmósfera perfecta. Rodolfo Castagnolo, apoyado por particulares instrumentos que dan cuenta del origen de las melodías, fue el encargado de transportar a los visitantes con sus notas el día de la apertura; la banda sonora perfecta para una tarde inolvidable.
La construcción del edificio de 5.500 m2, con capacidad para 3 millones de botellas, se inspiró en el ancestral método de pircas, típico de los pueblos originarios de los Andes, que consistía en apilar piedras naturales para levantar muros. Rodeada de sus viñedos, en los que se utiliza el riego por goteo que facilita el control de la humedad del suelo mediante censores pudiendo modificar el agua según las necesidades de cada sector, ostenta uno de los paisajes más bellos de la provincia.
En la Ruta 7, con la cordillera como remate de las hileras, constituye un paseo ideal para degustar los sabores de esta tierra.
Séptima pertenece al Grupo Codorniú, de raíces catalanas cuyos propietarios, los Raventós, cuentan con una larga trayectoria en la elaboración de vinos, desde 1.551. En la actualidad poseen 9 bodegas en territorio español, una en Napa Valley, además de la de Agrelo.
Fuente: Los Andes Online
http://www.losandes.com.ar/notas/2010/2/7/turismo-470479.asp