El centro de esquí propone una intensa temporada estival, menos conocida que la de invierno, pero igualmente cargada de emociones: trekking, rafting, escalada y cabalgatas, por ejemplo
Amanece en la cordillera de los Andes. Lo imponente del paisaje deja atrás toda vida cotidiana y devuelve una sensación de eternidad. Los días son luminosos y una brisa fresca acompaña los atardeceres.
La montaña sin nieve convoca a otros desafíos. Vale la pena respirar profundo ese aire y poner la cara al sol suave de las mañanas; pura energía para disfrutar de lo que vendrá. El trekking, el rafting y las cabalgatas, entre otras aventuras, permiten recorrer profundamente el valle y llegar a lugares impensados en invierno.
A 2400 metros de altura, los colores del valle renacen. El sol estalla en el cielo cordillerano. Los caballos caminan lento en medio de la montaña, cruzan ríos pedregosos, y a su paso las imágenes fascinan entre morros, chivos pastando, cuevas, cerros blancos y amarillos. Después de una hora y media entre la inmensidad, frente al Puente de los Suspiros y junto al arroyo Las Leñas, un asado espera, exquisito.
Carlos, el gurú de los caballos, acompaña durante todo el trayecto para que uno confíe y se deje llevar. Entonces, se escucha el silencio y el sonido del agua contra la piedra. Sólo interrumpe la risa de los más chicos, que acampan durante todo un día a metros de este lugar.
Ellos también cabalgan , escalan y andan en bicicleta, cuidados por los guías y en grupos más reducidos. A medida que pasan los días, el contacto con la naturaleza se hace más fuerte y lo agreste del paisaje se convierte en una bendición para quienes vienen de la ciudad.
Tras un breve descanso, la siguiente cita se realiza al pie de una pared de 12 metros, para escalar y hacer rappel por la Pared de los Morros.
Antes, un cruce del río Salado en tirolesa; un casco, un equipo de arneses y mosquetones acompañarán durante la tarde para mirar la Cordillera desde arriba. Los guías de montaña explican los recaudos que se deben tomar para disfrutar de la adrenalina de pegarse a la pared, desafiar la concentración, la fuerza del cuerpo y llegar. "Se puede", aseguran sonrientes, y todo se convierte en una fiesta de chistes y gritos que alientan. Después de un buen mate a orillas del río, los escaladores van por más.
Para acceder a la pared donde se realiza el rappel, hay que andar por un camino de cornisa que hace latir el corazón y medir el paso. Una vez arriba y colgados, el descenso es muy divertido y el paisaje, único.
El mountain bike, con la visita a la Cueva de los Tunduques -especie de lagartija que habita la zona- es el broche de oro en el lugar.
Pendientes y bajadas, cruzadas sobre ríos, exigen un mínimo de entrenamiento para no terminar agotados. Una parada en el camino depara la última sorpresa del día: escalar hasta llegar a una cueva a unos 40 metros de altura, entrar y asomarse: hay una verdadera ventana a los Andes.
Para dejar la montaña por un rato, la hora del rafting se impone. En verano, los ríos aumentan su caudal para ensoparse y reírse a destajo, con traje de agua, salvavidas y remo en mano.
En algunos trayectos, el movimiento del río simplemente acompaña, hasta que el paseo se vuelve revoltoso; entonces, el gomón salta, surca pozos y en zigzag evita las piedras. Los patos se alzan en un sobrevuelo y se posan sobre el agua. En breves intervalos se oye el grito del guía: "¡A remar!" El oleaje salpica fuerte y hay que entregarse irremediablemente a la mojadura.
Según los expertos, el protagonismo del agua comienza a 3000 metros, en el cerro Fósiles. Una laguna azul y una cueva de hielo conforman un extraño paisaje de altura donde se puede descender hasta 54 metros con Esteban Porta, reconocido guía en esta disciplina.
Cuando cae la luz, alrededor de las 8, todavía el cielo conserva un azul apabullante. La temperatura baja de golpe. Con los últimos rayos del sol se impone una cena sencilla, pero contundente, que alivia el cansancio: chivito asado, trucha o pizza casera hecha en horno de barro se convierten en especialidades del lugar, a manos del chef del Hotel Piscis.
Llega la noche y las estrellas deslumbran. La atmósfera de Las Leñas es una de las más diáfanas del mundo. Es un desperdicio dejar de mirar el cielo, aunque sea por un rato.
* Indispensable: llevar gorro, abrigo y protector solar
* Actividades: están divididas en cinco niveles de complejidad; el 4° y 5° requieren de la evaluación de un guía, que otorga el permiso para realizarlas. Hay actividades especialmente armadas para los niños de entre 5 y 12 años, edades promedio.
* Alojamiento y paquetes: Hotel Piscis, Adventure Classic, 7 noches, alojamiento con pensión completa, actividades de montaña y dentro del hotel: $ 2180 por persona, base doble; $ 1860 por persona, base doble, más una cama adicional, y $ 1799 por persona para familia (dos mayores y dos menores). Año Nuevo: 2 noches, alojamiento y pensión completa, cena show y fuegos artificiales, $ 676 por persona.
* Distancias: Las Leñas está a 500 km de la capital mendocina, a 200 de San Rafael y a 1200 de Buenos Aires.
* Más información: (011) 4819-6000, informes@laslenas.com
Fuente: La Nación Turismo
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1213399