Vacaciones de invierno en la provincia de La Rioja: una propuesta cálida para alejarse del cemento y sumergirse en un territorio donde el sonido que prevalece es el silencio.
Sin dudas, la imagen emblemática de La Rioja es el cañón de Talampaya. Aquí, donde el tiempo dejó su huella y la erosión un legado de figuras que parecen talladas a mano, se alberga un verdadero tesoro de belleza e historia. A pie, en bicicleta, bajo un cielo azul profundo o el resplandor de la luna llena, cualquiera de las originales propuestas son aptas para conocer los vestigios de un remoto mundo perdido.
El "Gran Cañón", "Ciudad Perdida" y "Circuito Arco Iris" son los nombres de los paisajes que forman parte de un territorio de 215 hectáreas separadas solamente por la línea imaginaria que marcan los mapas turísticos. Recorrer esta árida geografía es en sí misma una aventura.
Transitarla en su totalidad demanda tres días. Todas las excursiones se realizan con guías y acompañados por guarda-parques.
El Cañón Arco Iris es bastante diferente a los demás y es otra de las nuevas opciones del Parque. Dentro del universo de este desfiladero se alza un escenario de enormes formaciones ocres, rojas, verdes y blancas, que dejan perplejo al visitante.
Las formaciones geológicas de la sierra de Paganzo señalan perfectamente cómo se fue formando la Tierra durante millones de años. Se ven cuevas, pasadizos y enormes rocas que penden en el aire y parecen a punto de caer.
Ciudad Perdida es el circuito más extenso del parque. La recorrida dura 4 horas y comienza avanzando por el lecho seco del río Gualo. En una caminata sorteando dunas y pampas se llega a un mirador natural. Allí, una impresionante depresión de 3 kilómetros de extensión con fantásticas formaciones en su interior se despliega con esplendor.
Se trata de una depresión del terreno de 70 metros de profundidad a la cual se desciende para recorrer sus interminables laberintos diseñados por las corrientes de agua. Entre los tesoros escondidos en la Ciudad Perdida hay una pirámide casi perfecta llamada Mogote Negro y finalmente un gran anfiteatro natural de 80 metros de profundidad excavado por la erosión.
El extremo sur riojano es el albergue de docenas de cóndores que custodian el cielo. La Quebrada del Cóndor es un destino oculto que sorprende a quien quiera descubrirlo. A 180 kilómetros de la capital provincial esta geografía remota es la morada de 150 cóndores que planean cerca, muy cerca, de los visitantes.
Desde el paraje Tama hay que partir hasta Sierra de los Quinteros y desde ahí, luego de una cabalgata de un par de horas, se alcanza el peñón rocoso que oficia de mirador para los dueños del lugar. Si la estadía es de tres días se puede combinar con un paseo a las pinturas rupestres y con la pesca de truchas en piletones naturales de agua cristalina.
Fuente: Los Andes Online