Por las calles de La Rioja, cada año recorren las calles de sus pueblos cantando coplas y arrojándose harina, agua y albahaca a manera de saludo cordial, en esta fiesta nacida de una leyenda romántica.
Este año 2017, la fiesta folclórica y popular más importante de La Rioja, “La Chaya” se celebrará entre el 9 el 13 de febrero.
La Chaya es una de las celebraciones populares de mayor tradición en La Rioja, que festejan sus habitantes y los miles de turistas que llegan cada año para la celebración.
La edición 2017 tendrá lugar en el Autódromo de la ciudad de La Rioja y contará con la participación de Sergio Galleguillo, Luciano Pereyra, Los Tekis, Soledad Pastorutti, el Chaqueño Palavecino y Cuty y Roberto Carabajal.
El evento incluye el concurso “Pre-Chaya” y las llamadas “Chayas Barriales”, que son espacios donde los lugareños y visitantes recorren las calles de los barrios riojanos engalanados con guirnaldas y al son de vidalas. Allí se producen los “topamientos”, que son encuentros en los que el público quema el yuyo “Pujillay” entre ramilletes de albahaca mientras arroja, con respeto, harina y agua entre los presentes.
La Fiesta Nacional de la Chaya es una oportunidad para agradecer todo lo que recibimos de la Pachamama.
La historia cuenta que los diaguitas vivían en los valles y quebradas de La Rioja. Cada año las tribus agradecían a la Pachamama (Madre Tierra, a la que también se llamaba Allpa Huama), las bondades recibidas y la fructífera cosecha, principalmente del algarrobo, el árbol más importante de la economía y la tradición diaguita.
Los estudiosos de estas leyendas coinciden en que en una de estas tribus vivía una bella joven llamada Challai (Chaya), que era tan hermosa que los diaguitas creían que era un homenaje vivo a la Madre Tierra.
Algunos dicen que la hermosa Chaya se enamoró de un joven y rubio colono que pasaba junto a su familia por estos parajes. Otros aseguran que se enamoró de Pujllay, una especie de semidios. El amor no pudo concretarse, entonces la niña desengañada huye a las montañas y toda su tribu sale a buscarla desesperadamente. Cuando están a punto de encontrarla en una quebrada, Chaya se convirtió en nube y ascendió a los cerros. Cada año, en febrero, vuelve convertida en rocío para endulzar las flores del cardón, como una lágrima derramada por su amor perdido. Pujllay, con su corazón partido, se emborrachó y cayó en un fogón, donde murió.
Este amor frustrado da el nombre de Chaya a la fiesta que, año a año, los riojanos recuerdan bajo el aroma de la albahaca y deja como personaje principal a Pujllay, que en la actualidad se representa con un muñeco desgarbado (hecho de trapo o ropa en desuso que en ocasiones también le añaden pirotecnia), que preside la celebración, desde su desentierro al inicio de la Chaya hasta su entierro o quema, que marca el último día de la fiesta. Al llegar a estas tierras, los españoles se encontraron con una fiesta singular de agua y danza que celebraban los diaguitas festejando la finalización de las cosechas, aunque en La Rioja de hoy esté muy ligada al Carnaval de febrero. La Chaya es la fiesta “de los tres días”, una gran celebración de amistad y de alegría, de compartir y dejar a un lado todas las penas.
Cada año se realiza el Festival Nacional de la Chaya, desde el año 1969.
Además de las típicos topamientos por los barrios, con agua, harina, albahaca, vino y vidalas para refrescar la amistad, la celebración que reúne a la familia alrededor de mesas servidas del tradicional asado y el buen vino, donde se olvidan las penas de un año pasado.