Entre viñedos de gran altura

Con el célebre torrontés y su producción a más de 2.000 metros, los Valles Calchaquíes concentran gran parte del enoturismo norteño. Una guía para degustar vinos artesanales y líneas de alta gama.

Antes de que los Valles Calchaquíes, en Salta, se transformaran en el valle de las uvas, fueron parte de un ambiente marino, donde hoy corre la traza de la Ruta del Vino, entre cerros colorados y 2.200 hectáreas de viñedos en plena producción.

La historia del vino torrontés salteño se remonta al siglo XVIII, cuando desde el Perú los Jesuitas trajeron las primeras cepas de esta variedad. Ya en el siglo XX, el torrontés de Cafayate trascendió las fronteras argentinas y cosechó premios internacionales. Hoy, los bodegueros de la región ponen énfasis en la elaboración de los codiciados vinos tintos de altura, lo que provocó un cambio importante en la producción regional. De hecho, las cifras indican que en la década del 90 la producción del torrontés representaba un 93%, mientras que a mediados de la primera década del 2000, la cifra bajó al 35%.

En el trayecto de la Ruta del Vino de Salta, que abarca la tradicional excursión “Vuelta a los valles calchaquíes”, hay 21 bodegas y todas tienen un vino premiado en el exterior. Están las más sofisticadas y tecnológicamente dotadas –como aquella en Colomé, que pertenece al suizo Donald Hess y cuenta con un hotel de lujo y un museo–, o las más artesanalas, como La Bodeguita, en Animaná, junto a la ruta 40.

Un caso emblemático del crecimiento de las bodegas salteñas es el de Domingo Hermanos. La empresa, que empezó con 6 hectáreas de viñedos, hoy supera las 100 y exporta el 10% de su producción a Estados Unidos, Suiza, Rusia y Brasil. Otro caso relevante es el de la bodega Lavaque, cuyo Quara Reserva Torrontés fue premiado en 2007 en el concurso Wine Challengue. La bodega Nanni, que desde 1998 produce vinos orgánicos de altura, se destaca por tener los viñedos más “sufridos”, dado que están plantados en una zona sumamente ventosa, donde llueve entre 50 y 80 milímetros al año.

Si algo merecía Salta era un Museo de la Vid y el Vino . Recientemente inaugurado en Cafayate, cuenta con una instalación dedicada a la “memoria de la vid” y otra a la “memoria del vino”.

Pero el circuito del vino en el Norte Argentino no termina aquí: hay que sumar otros dos grandes productores de la región. Por un lado, Catamarca, que ofrece una ruta con 11 bodegas ubicadas en Tinogasta y Santa María . Allí la chance de visitar viñedos se combina con otras propuestas turísticas, como sus aguas termales y asentamientos milenarios, o la posibilidad de realizar deportes extremos.

El camino del vino en La Rioja, el otro gran centro vitivinícola de la región, integra los Valles del Famatina –su zona principal de industralización– y los Valles de la Costa , donde se concentran pequeñas bodegas artesanales. De sus 17 establecimientos, 5 ofrecen enoturismo: La Riojana, San Huberto, La Puerta, Haras San José y Chañarmuyo.

En Tucumán las opciones son pocas, pero muy interesantes, dada su virtuosa ubicación geográfica, que entrecruza el aire de montaña con el paisaje agreste de los Valles Calchaquíes. Junto a la mítica ruta 40, en Colalao del Valle , la bodega Chico Zossi ofrece una degustación de vinos acompañada por quesos artesanales de la zona. Se le suma una bodega muy nueva: Las Arcas del Tolombón, nacida en 2010, en Chañar Solo . Hacia el norte, en Jujuy , dos bodegas artesanales completan el circuito enoturístico del Noroeste argentino. La primera, Xuxuy, a 8 km de Termas de Reyes . Y más arriba, en Maimará, Dupont, la única de la Quebrada de Humahuaca y a 2.500 metros de altura.

Fuente: Clarín Viajes