Clásico de las sierras, cuenta con todos los aditivos que hacen famosa a la provincia mediterránea. Fantásticos paisajes de montaña, mucha agua e impronta centroeuropea, sus cartas de presentación para esta temporada 2010/2011.
Hay ríos, arroyos, diques, lagos. Hay cerros mansos y montañas bravas. Hay extensas arboledas. Pinos, algarrobos, molles, cipreses. Hay caminatas entre laderas y peñones, entre bosques y afluentes. Hay cabalgatas.
Hay asados a la vera del agua. Hay interminables rondas de mate. Hay sentido del humor, bromas, chistes, cuentos. Hay cantos con tonada. Hay festivales, eventos, espectáculos. Hay guitarras (y fernet obvio). Hay días de sol hechicero. Hay noches preñadas de estrellas. Hay color. Hay sabor. Hay pasión. Hay Córdoba.
Como amalgama de aquellas cualidades intrínsecas del distrito mediterráneo, el Valle de Calamuchita surge diligente. Siempre dispuesto a brindar lo que el visitante viene a buscar. Ubicada al centro oeste de la provincia, la región fusiona paraísos naturales y fuertes rasgos culturales. De cara a la inminente llegada del verano 2010/2011, ya mismo comienza a desplegar sus virtudes.
El itinerario arranca en la llamada zona de los grandes lagos. Viniendo desde Mendoza por la ruta nacional 8, se toma la 36 a la altura de Río Cuarto. Luego hacia arriba, hasta llegar al municipio de Embalse. Con el enorme Embalse de Río Tercero apoderándose del panorama, el ambiente a sierras empieza a hinchar los sentidos.
La tenue silueta de las montañas promete acción a posteriori. Hasta entonces, bastará con disfrutar los prodigios del lago, riberas y colinas. Atravesando las murallas de la obra, entre parrilladas humeantes y puestos de salame y queso regional, aparecen Villa del Dique y Villa Rumipal. Camping, deportes acuáticos y vida sosegada marcan el estilo local. Hábitat de sandalias y cuerpos flechados.
Sin embargo, lo más mentado de estas latitudes se encuentra hacia el oeste, a medida que una vía alterna se adentra en la montaña. Ahí es cuando brota la verdadera esencia serrana. Tras dejar atrás la histórica comuna de Amboy y el Embalse Cerro Pelado, Villa Yacanto de
Calamuchita dicepresente. Un pueblo delicioso, de paisajes inspiradores y feligreses sonrientes. Auténtico vergel que en su circunferencia disfruta la bendición otorgada por siete ríos distintos, además de otros tantos arroyos.
El área también está compuesta por sitios como El Durazno, San Miguel de los Ríos y Pinar de los Ríos. Todos son reductos donde el agua cristalina y las laderas vestidas de hierba y roca se roban los piropos. Desparramado al sol, el viajero aprecia la gallarda estampa del cerro Champaquí. El pico más alto de Córdoba (2.789 metros) domina la escena, extendiendo su influencia hacia el valle y allende. Cada porción del macizo viene cargada de impronta comechingona. El espíritu de los primeros habitantes de región sigue siendo custodio de las bellezas de Calamuchita.
El descenso a la ruta principal se va a atrasar un rato. Antes conviene llegarse a Villa Alpina y desde allí, eventualmente intentar una travesía hasta la cima del Champaquí. Si los ánimos andan más asociados con el descanso, vale la pena sentar el cuerpo y deleitarse con la coyuntura. Potentes faldas y pendientes explotan de pinos. El paso sigiloso del arroyo termina de honrar el momento.
Después, el legado del verde se va repitiendo por el camino. Tras subidas y bajadas de bucólicas acuarelas, La Cumbrecita da la bienvenida. Aquí cuadra muy bien el freno de mano. Los que van de a pie gozan de exclusividad en el único pueblo peatonal del país. Bosques de abedules y nogales invaden los paseos.
A los costados discurren distintos arroyos que luego adoptan formas de cascadas para culminar en piletones naturales. Chapuzón y regreso al centro de la comarca. Tan simple como guapa ella, resplandece de estilo suizo-alemán. Una expresión forjada por inmigrantes de aquellas patrias lejanas, quienes encontraron en la zona las características geográficas de su suelo natal.
Ahora sí abandonamos la Córdoba profunda y bajamos hasta la carretera de asfalto, donde los destinos más populares reclaman protagonismo. Villa General Belgrano toma la posta de La Cumbrecita, potenciando el semblante centroeuropeo. Traza que se aprecia en cada construcción, como el edificio municipal, pero sobre todo en patios cerveceros, hoteles y restaurantes.
A medida que el sol se escapa, y el centro roba adhesiones al río, algunos aprovechan para llegarse hasta Santa Rosa de Calamuchita. En la mayor ciudad del departamento, la movida veraniega es aún más notoria. Balnearios que explotan e intensa actividad nocturna encuentran mezclados a jóvenes y mayores. Buena oportunidad para socializar y dejarse cautivar por la amplia oferta gastronómica y de espectáculos artísticos. Luna ancha se adueña del cielo. Vacaciones con todas las letras.
El amanecer llega campante y Calamuchita se despereza. En flamante jornada de luz, la ruta dicta Embalse los Molinos, majestuoso espejo de agua donde los turistas que van se mezclan con los que vienen. El límite del valle brilla de contento con la llegada de nuevos visitantes. Mientras, el horizonte habla de Paravachasca, Punilla, Traslasierra. Otras de las tantas maravillas de Córdoba que aguardan ser descubiertas.
Fuente: Los Andes Turismo