Un circuito entre postas, pueblos y estancias por el norte provincial, que conserva aires coloniales, paisajes diferentes y ... mucha tranquilidad
Con el paso del tiempo se abrieron nuevas alternativas turísticas en la provincia, sobre todo para quienes buscan mayor tranquilidad y contacto más directo con la naturaleza y las tradiciones. Una de esas opciones surgió a partir de la reciente restauración y revalorización del antiguo Camino Real al Alto Perú, en la región denominada Córdoba Norteña.
En el norte cordobés se concentran siglos de cultura, materializados en postas, pueblos y ciudades que conservan un estilo colonial que resguarda el pasado, donde la tradición religiosa y artesanal mantiene la esencia criolla.
Córdoba Norteña guarda las historias de los tiempos fundacionales del país; pugnas políticas, guerras civiles, la fatídica emboscada que terminó con la vida de Facundo Quiroga, el Tigre de los Llanos; la muerte de Pacho Ramírez, y hasta las huellas de Ernesto Che Guevara en el sanatorio puente de San Francisco del Chañar.
En esta zona también se aprovecha el medio rural. Una variada oferta de establecimientos -en su mayoría construcciones antiguas de gran valor histórico y arquitectónico- han sido refuncionalizados y transformados en hoteles rurales que invitan a los turistas a experimentar la auténtica vida de campo, dentro de ambientes exclusivos y con el mayor confort. Observar y participar de la elaboración de comidas caseras, pasear en carruajes antiguos y apreciar las destrezas de los lugareños en el manejo de animales son sólo algunas de las propuestas que se brindan. A estas estancias rurales se suman hoteles tradicionales, posadas y cabañas muy bien equipadas.
Desde Córdoba capital, a esta área se accede por la ruta nacional 9 y tiene como puerta de entrada Jesús María, sinónimo de doma y folklore. El festival que se realiza cada enero concentra multitudes del país y el exterior.
Y en ese mismo lugar, el circuito cultural más visitado propone conocer tres de las cinco estancias construidas por la orden de los jesuitas, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, como son las estancias de Jesús María, Colonia Caroya y Santa Catalina, que se encuentran abiertas al público y ofrecen recorridos guiados.
Desde Jesús María hacia el Norte, el viajero se encuentra con antiguos poblados como la Posta de Sinsacate con su tradicional museo rural, Villa del Totoral, Ischilín, Quilino, Dean Funes, Tulumba, San Pedro Norte, Cañada del Río Pinto y San Francisco del Chañar, que se destacan por conservar un estilo colonial que resguarda el pasado. En estos lugares, los visitantes pueden comprar productos artesanales típicos como cuero, cestería, cerámica y madera, además de degustar la gastronomía tradicional y vibrar con la música folklórica.
Los circuitos turísticos para recorrer la región son diversos, pero todos apuntan a disfrutar de la naturaleza y la cultura en medio de la absoluta tranquilidad, en contacto con paisajes de bosques autóctonos, espejos de agua cristalina, salinas, ríos, sierras de palmas y cerros rocosos.
El entorno natural que ofrece el Norte es ideal para realizar prácticas de ecoturismo, cabalgatas, trekking, mountain bike, paseos guiados y un sinnúmero de actividades recreativas al aire libre.
A lo largo del territorio se ubican dos de las áreas naturales más importantes de la provincia, como la Reserva Natural y Cultural Cerro Colorado, que constituye uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del país. Esta formación montañosa, erosionada por el viento y el agua, fue poblándose de aleros y cuevas que utilizaron los comechingones para plasmar la historia de su pueblo, a través de pinturas rupestres.
En esa zona se encuentra también la Casa Museo de Atahualpa Yupanqui, en el paraje Agua Escondida, donde se exponen objetos personales del prestigioso poeta y músico.
Siguiendo el itinerario, en Tulumba se encuentran claros testimonios de la época colonial. Recorrer sus calles implica conocer los mágicos senderos de la historia, admirar los paisajes de casitas coloniales que surgen del empedrado, introducirse en un mundo de dominio religioso, pugnas políticas y leyendas de misterio. Entre las construcciones se destaca la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, de gran tamaño para su pequeño pueblo, construida en 1882. En el interior conserva el hermoso tabernáculo tallado en madera de cedro por los aborígenes, que perteneció a la catedral de Córdoba.
Más adelante, en Ischilín, se halla el Museo Fernando Fader, que conserva parte de la obra del reconocido pintor.
Fuente: La Nación Turismo