Una visita al Delta con varias alternativas para escaparle al calor a orillas del río. Balnearios, excursiones en canoa, días de playa, vertiginosas clases de wakeboard y paseos en catamarán, para pasar el día o quedarse a dormir, en las islas o en la zona continental.
El verano es la mejor época para navegar sin rumbo fijo por las entrañas del Delta, cruzándose con los protagonistas de ese curioso mundo donde conviven los habitantes permanentes con los visitantes ocasionales, las lanchas de lujo con los botecitos frágiles, las motos de agua con las tablas de surf. Canal tras canal, van apareciendo las imágenes propias del laberinto acuático: la lancha almacén, el delivery de pizza, las canoas deportivas, los veleros o los grandes cascos oxidados de cargueros encallados. En ese vaivén hay lugar también para el recuerdo, que evocan los viejos isleños, de los tiempos en que supo haber una sucursal flotante del Banco Nación, una escuela anclada en la boca del río Sarmiento, y hasta una iglesia que se balanceaba sobre las aguas con una sacristía y cinco camarotes. El escenario ya está listo: lo único que falta es elegir la manera de explorar este Delta tan variado como fascinante, con rincones cautivantes para todos los gustos.
Para quienes busquen en Tigre un simple día de playa para apaciguar el calor, a diez minutos en lancha desde la Estación Fluvial se encuentra sobre el río Sarmiento el recreo El Alcázar. Una agradable playa de 80 metros de frente con mucha arena invita a descansar a la sombra de los sauces llorones, con la posibilidad de hacer un asado en las parrillas al aire libre o comer en el restaurante del lugar. Para los deportistas, hay canchas de fútbol, voley, tenis, frontones y zonas de pesca.
Una de las formas más pintorescas y románticas de recorrer la compleja trama de ríos, canales y arroyos del Delta es a bordo de lustrosas canoas estilo canadiense. Es la propuesta del luthier Lucas Míguez, cuya pasión por la navegación lo llevó a estudiar los modelos y técnicas de construcción de embarcaciones de parte de los indígenas americanos. Así nació Selknam, que hoy ofrece internarse en los recónditos vasos capilares de ese gran cuerpo viviente que es el Delta en canoas artesanales realizadas en madera de cedro y timbó. Versátiles y livianas, transitan por los arroyos más pequeños, donde no pueden ingresar embarcaciones de motor, gracias al remo rítmico del grupo. De vez en cuando se cruza alguna garza mora, un martín pescador o una tortuga de agua, mientras se recorren las lagunitas pobladas de juncos y camalotes, y los arroyos desde donde se divisan las instalaciones abandonadas del Astillero Cadenaci.
Los adeptos a la adrenalina tienen una buena opción en la alta velocidad y los saltos mortales del wakeboard, un deporte nacido en los años ‘80 en California, cuando un surfer aventurero mezcló el esquí acuático con el surf, el snowboard y el skate. A la vera del río San Antonio, la Wake School de Tigre permite iniciarse en la experiencia en las aguas del Delta. Bajo la dirección de Gabriela Díez, subcampeona mundial de la especialidad, la Wake School ofrece un campo de entrenamiento con alojamiento para los deportistas, cama elástica para practicar saltos, sala de video y gimnasio. Generalmente, se logra andar sobre la tabla en la primera clase y en la quinta ya se realizan saltos de 180 grados.
Para una tarde tranquila sin necesidad de playa o los servicios de un recreo, se puede tomar una lancha colectiva hasta Tres Bocas, donde se juntan los ríos Sarmiento, Santa Rosa y Abra Vieja. La zona se puede explorar en el día tomando como base el restaurante La Riviera, sobre el río Sarmiento, que tiene parte de las mesas en una terraza de madera sobre el río, a la sombra de los árboles. Su edificio principal, cuyo mostrador de cedro original sigue en uso, funcionó hace 70 años como fonda y almacén. La especialidad del lugar son las pastas y toda clase de minutas. Después de comer, hay reposeras para recostarse, mientras algunos prefieren darse un chapuzón en el río. Desde La Riviera parte un sendero llamado “Camino del Biguá”, que se interna en la isla bordeando el arroyo Santa Rosa hasta llegar a un monte agreste y finalmente desembocar en el río San Antonio. En el camino se cruzan puentecitos y se puede ver algún biguá, pájaros carpinteros y horneros.
Una visita al Delta no implica necesariamente salir a navegar. Desde hace unos años cada vez más gente visita el llamado “Tigre continental”, frente a la Estación Fluvial, donde lo ideal es quedarse a dormir and un bed and breakfast o en el Tigre Hostel. Si alojarse en las islas implica por lo general quedarse en un mismo lugar, quienes eligen la parte continental pueden, en cambio, hacer paseos diarios a las islas, tomar el Tren de la Costa para ir al cine, visitar el Puerto de Frutos y recorrer el circuito de edificios coloniales y del siglo XIX. Para comer, se puede hacer un alto en los restaurantes del Paseo Victorica, con propuestas para todos los gustos. Este verano, hay un nuevo bus turístico que con la compra de un solo pasaje permite recorrer los principales lugares del circuito, subiendo y bajando todas las veces que se quiera durante el día.
Frente al histórico edificio del Tigre Club, sobre el río Luján, una elegante casona de estilo inglés ofrece alojamiento en antiguas habitaciones y en un complejo de cabañas. Se trata de una de las mansiones históricas más elegantes de todo Tigre, a pocos minutos de la Estación Fluvial. Su construcción se remonta al año 1890 y perteneció a la familia Bullrich en los tiempos dorados de Tigre. Hoy está en manos del sindicato Suteba. Por la noche, reina el silencio y se ve por la ventana la fastuosidad nostálgica del renovado Tigre Club, iluminado como en sus días de máximo esplendor. El predio del recreo de Suteba es una isla en sí misma que abarca diez hectáreas y tiene además de la casona otros cinco módulos con cuatro cabañas cada uno, instalaciones deportivas y un sector de parrillas.
Fuente: Página 12
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/turismo/9-1718-2010-02-14.html