Una antigua fábrica de sidra y licor es la base de un programa que invita a descubrir los bellos e insospechados paisajes del Delta.
Sumergirse en la naturaleza y la historia del Delta de Tigre, entender el río con sus devenires y saborear platos caseros y suculentas meriendas es la propuesta del establecimiento La Real, donde antes funcionaba la licorería de una fábrica de sidra. Los recorridos guiados también satisfacen la curiosidad de los visitantes de conocer cómo viven los isleños. La primera ventaja es encontrarse en el muelle con Mario, fotógrafo profesional. Con sólo pisar las tablas, se puede develar el misterio sobre ese aroma dulzón que flota en el aire: "Son los azahares", confirma el anfitrión.
El parque despliega tilos, alcanfores, docenas de árboles frutales, corpulentas hortensias, rosales y ceibos en flor. En el interior de la antigua fábrica, convertida en un único e inmenso ambiente que funciona como comedor y área de descanso, abundan los detalles. Los objetos que la habitan, la particular iluminación y su fisonomía hacen que la sala luzca como una puesta en escena, con diversos climas.
Desde el altísimo techo se descuelga una red de soga muy gruesa, de la que penden docenas de herramientas alegóricas a la vida en el río y la fábrica. A los pies de la telaraña, diversos objetos le dan forma a un conjunto escultórico. Las arañas que cuelgan sobre las mesas, confeccionadas con botellas y raíces, señalan el inicio del área gastronómica.
Sobre otro costado, una serie de fotos. Es la parte más bohemia, el sitio ideal para mirar incontables álbumes, cuyas imágenes narran parte de la historia del país, tomadas por el dueño de casa."¿Conocen el delta?", preguntará Mario a sus huéspedes y despliega un mapa. Entonces, los que iban a responder "sí" descubren que tiene poca idea de la zona. "¿Saben como es la isla por dentro?", vuelve a interrogar. Pero no espera respuesta y da inicio a la aventura.
Las mesas y sillas de hierro bajo un enorme alcanfor y un gigantesco tilo prometen seguir allí al regresar. "Comenzaremos por bordear el canal Gallo Fiambre", explica el guía, que arranca una caminata bordeando el canal, habitado por isleños sobre las dos orillas. Las casas sorprenden por el nivel de confort y la calidad de los materiales, pero, sobre todo, por la exuberante flora de los jardines, muy bien cuidados. La marcha continúa muy lentamente, porque hay muchos detalles para apreciar: gran cantidad de muelles, infinidad de pájaros que se posan ante los ojos impávidos de quienes temen ahuyentarlos y vecinos que, a cada paso, saludan a Mario. La prolijidad de los senderos y el óptimo estado de los puentes que permiten seguir avanzando dan cuenta de que la vida fluye en la isla. Frente a cada casa, botes y lanchas estacionados se mecen y aportan una cuota más de magia al entorno. Hacia la izquierda se destacan dos construcciones: el antiguo comedor de los empleados de la fábrica de sidra y una típica casona isleña tipo chorizo, rectangular, de madera y chapa. Del otro lado, la bella arquitectura de un convento franciscano del siglo XIX.
Seguimos por un sendero que atraviesa la isla por el centro. Abruptamente, cambia la densidad del aire, que se torna más fresco. Pero también muta la flora, que, si antes lucía exuberante, ahora no tiene límites. Caminar entre margaritas del bañado, que llegan a la altura de los hombros, lirios amarillos de un tamaño descomunal, azucenas, jazmines, sagitarias y ceibos en flor, hacen al visitante sentirse Pulgarcito paseando en el bosque.
Al mirar hacia el cielo, las enredaderas entretejen el follaje, entrelazando los árboles. El camino sigue hasta desembocar en el río Luján. Allí, los excursionistas se detienen en el muelle público y, sólo los más pacientes pueden ver un biguá de cuello extremadamente delgado tragar un bagre.
La caminata continúa hasta La Real. Las mesas y las sillas de hierro esperan bajo el enorme alcanfor. También tientan las empanadas de carne y se impone un delicioso almuerzo pleno de sabores caseros.
Fuente: Clarín Turismo
http://www.clarin.com/suplementos/viajes/2010/01/03/v-02112074.htm