Del set a la huerta, Mónica y César invitan a honrar la tierra en su Campiña de San Pedro.
"Estamos en el aire", pero no en el del noticiero televisivo que condujeron por tantos años, sino en el aire puro de La Campiña. Sí, precisamente esa chacra que Mónica Cahen D'Anvers y César Mascetti, crearon con tesón y que es hoy su lugar en el mundo. Lejos de los spots y de las cámaras, pero sin olvidarlos del todo, abren las tranqueras y esperan a los turistas que en el curso de un viaje a Buenos Aires quieran escaparse del cemento.
La Campiña se encuentra en un punto estratégico y paradisíaco dentro del corredor Bs. As. - Rosario (sobre la ruta nacional número 9 a tan sólo 157 km. de Capital). Enmarcada por plantaciones de naranjos y cítricos, convoca a pasar un día completamente diferente.
El establecimiento cuenta con más de 50 hectáreas y se aborda con los guías que acompañan a los turistas a descubrir el maravilloso mundo de la vida rural y enseñan lo que para los famosos dueños de casa significa "honrar la tierra".
El recorrido se inicia al calor de un hogar a leña mientras se ve una colección de fotografías sobre la trayectoria de los periodistas que, a decir verdad, es un repaso de los acontecimientos más importantes de la historia de nuestro país.
Unos minutos más tarde, se proyecta para la concurrencia un material audiovisual en el que cuentan qué es La Campiña, sus orígenes y el significado que tiene hoy. En 1980, con el primer naranjo, no sólo se depositaron las esperanzas de ver sus frutos sino, sobre todo, se plantó un gran sueño.
Una chacra productivo-placentera, al estilo europeo, es una buena manera de contar de qué se trata. "Es el lugar donde depositamos todas nuestras energías fuera del periodismo", dicen los anfitriones.
Perfume a naranjo
El fantástico mundo de la producción de cítricos es la siguiente posta de este paseo perfumado.
Aromas y colores que envuelven, acompañan a los visitantes en su caminata por las plantaciones. Las más populares, sin dudas, son las naranjas con ombligo, ésas que no tienen semillas, que crecen en la zona más austral de la propiedad y que están maduritas entre abril y octubre. Hacen las veces de corte nada menos que las mandarinas, en las variedades Satsuma Okitsu y Nova.
Lo mismo que los duraznos de pulpas blancas y amarillas y las nectarias que se producen de acuerdo con la tendencia mundial del consumo de pelones. Estas últimas son de carnes blancas y amarillas con la piel rojo intenso conseguidas mediante la renovación genética. Luego, en el galpón de empaque, el proceso para que el fruto de la tierra se transforme en un producto para que el mundo entero también lo pruebe, queda en foco.
La dulcería y todos sus secretos, son el siguiente paso. Las maestras de la pastelería elaboran artesanalmente dulces, alfajores y budines que ya son una marca registrada y su labor se muestra a los visitantes.
Y si de los frutos de nuestra madre tierra se trata, nada mejor que dar una vuelta por la huerta. De allí provienen todas las materias primas que le ponen sabor, aroma y color a la exclusiva gastronomía de la casa y que también se aplican en la producción de vinagres aromatizados. En el restaurante se puede almorzar a la carta y tomar el té y el precio por persona ronda los $ 75. Las reservas son imprescindibles.
Fuente: Los Andes Online
http://www.losandes.com.ar/notas/2009/9/20/turismo-447007.asp