La ciudad de San Pedro propone paseos por sitios históricos y un circuito paleontológico.
Es muy probable que en San Pedro los pasos sin rumbo cierto desemboquen en los balcones que dispensa la barranca del río Paraná. A los pies de la lomada que se recorta abruptamente, surge el bosque de la costanera, aromatizado por eucaliptos y las bogas y dorados que ostentan los pescadores afortunados.
Los atractivos se suceden a lo largo del paisaje verde y se extienden hasta el parque de Vuelta de Obligado (19 km al norte), donde funciona un Museo que rescata la historia fuerte del paraje. Es el escenario en el que las fuerzas rosistas hicieron frente a la flota anglo-francesa en 1845.
Es tal la devoción que el paleontólogo José Luis Aguilar tiene por su ciudad, que se decidió a hurgar tesoros bajo tierra, motivado por un dato científico: el subsuelo de Campo Spósito (8 km hacia el sur) recubre fósiles de mamíferos del pleistoceno. Con su equipo, se dedicó a cavar día y noche, hasta quedar enmudecidos frente a restos de los caballos más antiguos de Sudamérica, perezosos gigantes y un feroz carnívoro. El paseo guiado hasta la cantera completa un recorrido muy didáctico por el Museo Paleontológico.
La gran novedad de este inquieto grupo de sampedrinos tiene base en la Sala de Recuperación Histórica Eduardo Depietri, junto al edificio de la desaparecida destilería La Estrella. Desde el centro del recinto se puede acceder a un tramo de 15 m de túneles construidos a fines del siglo XIX.
Una visita a San Pedro resulta incompleta si no se deleita el paladar con una ensaimada, la mejor herencia de la colectividad mallorquina. La Perla es una de las tradicionales confiterías que elaboran esta exquisitez. Para la caída del sol puede reservarse un paseo de 4 km hasta una zona rural, donde florece El Sueño del Tano. Allí, Graciano Penduzu plasmó su vocación de artista y levantó 65 esculturas de cemento, entre cercos de lambertiana y mil plantas. Sus criaturas blancas forman parte de las perlas que atesora San Pedro, más allá del río.
Fuente: Clarín Viajes