Bastan poco más de tres horas de viaje desde Buenos Aires para llegar a una opción recreativa que no exige sacrificios económicos ni faraónicas movilizaciones. Descanso, salud y naturaleza son los protagonistas de unas vacaciones placenteras –y posibles– en las Termas Marinas de San Clemente del Tuyú.
Cierre los ojos e imagínese sumergido hasta el cuello en bulliciosas aguas termales. La temperatura es deliciosa, el entorno encantador, arbolado y con aroma a eucaliptos. No hay mucha gente alrededor; se respira una aire de exclusividad. Mejor aún, no lo han embargado para estar allí: es un sitio accesible.
Ahora, abra los ojos. Y confíe en lo que lee: está en la provincia de Buenos Aires, en San Clemente del Tuyú. Así de cerquita.
Sucede que por razones psicológicas, económicas o ambas confabuladas, existe la folklórica tendencia a suponer que lo bueno queda lejos, o está cerca pero es inaccesible, que lo mejor siempre sucede en otra parte. Pero para revertir esta inclinación existe una propuesta: a módicos 300 kilómetros del centro porteño, en el Partido de la Costa y a siete kilómetros de San Clemente del Tuyú, se encuentran las Termas Marinas: un complejo turístico montado con excelencia para que cualquier buen samaritano pueda relajarse en aguas ricas en minerales y disfrutar de un entorno natural selecto.
El austero paraíso lleva poco tiempo de apertura. En 1999 una investigación geológica concluyó que en los terrenos ubicados entre el Faro de San Antonio y el predio donde se emplaza Mundo Marino podía existir agua termal. Los trabajos de perforación dieron, en efecto, con una napa de agua termal fuertemente mineralizada. El emprendimiento tuvo que interrumpirse por la crisis de 2001, pero se remontó a tiempo y pudo inaugurarse en enero de 2005. Con solo un lustro de existencia, el complejo turístico parece recién nacido: aséptico, tranquilo y asequible en todos los sentidos.
Aunque lleva el nombre de Termas Marinas, paradójicamente las aguas no son tales, sino que surgen desde la entraña de la tierra a 1500 metros de profundidad. Se obtienen a 55 grados de temperatura por mecanismos naturales de extracción pero se enfrían hasta 35 y 41 grados: no se trata entonces de agua marina calentada, sino de aguas terráqueas ricas en calcio, magnesio y hierro, excelsa combinación química que embellece pieles agraciadas y ayuda a sanar afecciones cutáneas o respiratorias. La yapa para todo público, incluido el infantil inquieto, es que también son aguas sedantes del sistema nervioso.
Termas Marinas. Parque y piscina de aguas ricas en calcio, magnesio y hierro.
La entrada del complejo está estética y conceptualmente bien concebida, con carteles explicativos y una arteria principal que conduce a cada uno de los sitios y actividades propuestas. Que no se trata exclusivamente del chapuzón sanito, aunque sea sin duda la estrella protagónica. La enfermería debería ser la primera escala técnica si se tiene algún problemita de salud o se va con niños. La inmersión en aguas termales no es sólo diversión y relax; produce en el organismo ciertos fenómenos que merecen atención. Los profesionales informan sobre tiempos de inmersión acordes con edad y estado físico: a los niños menores de dos años, por ejemplo, se les recomienda baños muy breves de no más de diez minutos.
Entre los baños, o antes de comenzar la jornada acuática, una alternativa es visitar la sala de proyección, que exhibe documentales sobre los más diversos temas del mundo animal y vegetal de la zona.
Servicios hay los justos, sin presuntuoso lujo: baños, duchas y vestuarios; alquiler de batas, toallas y armarios; zonas de descanso al aire libre y bajo techo; salón de relajación con opción a sesión de masajes. Para comer, el sitio ofrece tres alternativas: El Aljibe, comida informal, empanadas, tablas de quesos, fiambres y productos regionales; Restaurant del Parque, comida de autor, más elaborada; el Snack Bar de la Playa, con comidas y bebidas rápidas.
Un encantador paseo por la Reserva Natural Punta Rasa, en la bahía de Samborombón.
El atractivo añadido a las Termas Marinas es que en los alrededores hay bastante para hacer si se tiene tiempo y las piscinas no se han tragado los ímpetus paseanderos. Museos, un faro y en los límites del predio, en la bahía de Samborombón, la Reserva Natural Punta Rasa. Conocida también como el Paraíso de la Corvina Negra, es el escenario de una obra maestra de la naturaleza, la unión del río y el mar. La Reserva es a su vez albergue temporal de miles de aves migratorias provenientes del Hemisferio Norte, que la utilizan como parada de descanso y luego retoman su vuelo. El entorno invita a la excursión por playas de arena, dunas, médanos y lagunas de agua salada. La ruta permite la pesca, el senderismo, el ciclismo y un deporte prohibitivo en la ciudad: la simple contemplación.
La visita al vivero Cosme Argerich, fuera del complejo pero cerca del centro de San Clemente del Tuyú, es recomendable si la estadía es de varios días y se quiere tomar un descanso instructivo. En sus 36 hectáreas forestadas ofrece un parque con parrillas y un complejo deportivo, incluyendo una pequeña lección sobre flora local: pinos, acacias y árboles frutales para los amantes de lo que no viene en lata.
Fuente: Página 12 Turismo
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/turismo/9-1734-2010-03-07.html