De ida o de vuelta, San Clemente es ineludible: por un lado es el balneario más cercano a Buenos Aires; por otro tiene el oceanario Mundo Marino, que nunca defrauda con sus espectáculos de delfines, orcas y lobos marinos. Aquí también hay un albergue de pingüinos, una gran pileta para ver los delfines bajo el agua, un safari terrestre y un recinto de hipopótamos. Al lado, las Termas Marinas son ideales para completar la visita disfrutando de un día en sus piletas: hay cubiertas y descubiertas, pasivas y recreativas, todas con agua termal dulce, como para alternar y temperar con las visitas a la playa de San Clemente del Tuyú. Además, a un puñado de kilómetros, Punta Rasa es un lugar para no perderse: lo saben bien los pescadores, que aquí se embarcan en busca de la corvina negra, pero también los observadores de aves, ya que en estas arenas solitarias se detienen numerosas aves migratorias en sus traslados desde el hemisferio norte. En Punta Rasa se encuentra también el Faro San Antonio, de 58 metros de altura, que indicaba a los navegantes la punta sur de la Bahía de Samborombón. Finalmente, los románticos no se perderán un atardecer junto al barco hundido Her Royal Highness, que naufragó a fines del siglo XIX al sur de San Clemente y cuyos restos hoy se pueden ver –después de una caminata por la playa de aproximadamente una hora– cuando hay marea baja.
El barco hundido es un atractivo compartido con la vecina localidad de Las Toninas, un pueblo de pocas manzanas donde se puede visitar un laberinto de 6400 metros cuadrados hecho con vegetación de la zona entre los médanos. Desde el mangrullo se aprecia la inmensidad de la costa y el cercano “cementerio de caracoles”; también hay quienes se detienen en el Monumento de los Caídos en Malvinas, que tiene tierra de las islas y un par de cañones históricos. Por lo demás, Las Toninas es una playa ancha y familiar, para disfrutar del mar desde temprano y hasta el atardecer: y basta cruzar una calle para “mudarse” a Costa Chica, que en verdad hace honor a su nombre si de movimiento se trata, pero tiene también playas anchas y despobladas que la hacen atractiva para los solitarios y los amantes de las arenas más vírgenes.