Hasta los años ’70, San Bernardo era el balneario de las playas infinitas y las no menos infinitas almejas. Los tiempos cambiaron, y no sólo para las almejas, cuya extracción está vedada: las anchas bandas de arena se fueron poblando a medida que el balneario crecía en construcciones y visitantes.
Para mediados de los ’80 los médanos habían perdido protagonismo y ya San Bernardo tenía unperfil bien definido: se había vuelto la playa preferida de los más jóvenes, sin resignar ambiente familiar. Cada verano se repite el rito del paseo por Chiozza, de los atardeceres alargados sobre el mar, de la noche que se hace madrugada en alguna discoteca. Para recordar los viejos tiempos, hay que visitar el Museo de la Fundación, con fotografías que evocan la fundación del balneario, para después prolongar el paseo en la feria artesanal que se organiza durante la temporada en la Plaza de la Familia. Aquí mismo, un anfiteatro es la sede de espectáculos de circo y shows para grandes y chicos.
Si por la ruta tiene entrada propia, yendo por la playa el límite entre San Bernardo y Mar de Ajó se diluye. Un balneario sigue a otro, y apenas un claro en la arena indica el cambio, frente a un mar que es siempre igual: arenas finas y oleajes grandes, una garantía de diversión también para los que practican jet-ski o se suben a una “banana” para intentar sortear el desafío de caer al agua. En Mar de Ajó no falta nada: balnearios con juegos en la playa, camping, espectáculos, confiterías para tomar un té mirando el mar, restaurantes donde probar la pesca del día y hoteles para todos los gustos. Su muelle, de 270 metros, es el más largo del Partido de la Costa y son muchos los que desde aquí prueban suerte en busca de corvinas, brótolas y pejerreyes de mar. Otros prefieren, en cambio, salir a pasear a caballo o en four-trax por la zona de Punta Médanos. Para distraerse, en Mar de Ajó hay casino y autódromo, donde se disputan competencias del TC y TC Pista.
A esta altura, el Partido de la Costa se acerca al límite con Pinamar. Quedan tres localidades solamente, y las tres están todavía en formación: Nueva Atlantis, Pinar del Sol y Costa Esmeralda –esta última recientemente loteada bajo la forma de varios barrios privados– ponen el punto final a esta porción de playas bonaerenses. Pero es sólo un truco de la división política, porque el Atlántico no sabe de fronteras e invita a seguir recorriendo sus costas hasta mucho más al sur.