A comienzos del siglo pasado, una compañia belga compró las tierras de la estancia que dejó Felicitas Guerrero, y en el año 1913 se inauguró el Viejo Hotel Ostende.
Esta compañia belga, no imaginó un balneario en este paisaje de dunas inhóspitas y movedizas, sin embargo, casi cien años despues sigue recibiendo a turistas.
Todavía hoy perduran las historias de misterios y fantasmas y anecdotas del paso de artistas y escritores que dejaron huella de arena en sus obras.
Un hotel cuenta con habitaciones dobles y triples, departamentos equipados, aire acondicionado, cajas de seguridad individuales, un restaurante, microcine, biblioteca, pileta climatizada, un balneario propio, un lugar de recreación infantil, salón de juegos y conexión wifi en áreas comunes.
En el año de su centenario, el hotel invita a ser parte de su historia con importantes festejos.