Cerca de Bragado, una localidad con inesperada vocación artística que no pierde el tren
No es Mercedes ni Mer ni Mecha. Es Mechita. Y, como su nombre, el pueblo es chiquito y entrañable.
Fue bautizado así en honor a Mercedes, la nieta del presidente Manuel Quintana, que en 1904 donó parte de su campo Los Manantiales para la construcción de talleres ferroviarios, depósitos de vagones y un playón de maniobras.
Y así, al calor de las locomotoras del Ferrocarril Oeste, vibró Mechita durante casi un siglo (por estos días la estación cumple 100 años). Sin ser excepción, comenzó a apagarse con la crisis del ferrocarril, allá por los años 70. Cuando sobrevino la privatización de los ramales, ya en los 90, en Mechita quedaba apenas medio centenar de obreros ferroviarios, contra los 1500 que tuvo en sus épocas de esplendor. La población también se fue encogiendo: de 5000 habitantes, pasó a tener poco menos de la mitad.
Pero Mechita no desapareció ni se convirtió en un caserío fantasma ni nada de eso. Resistió como pudo -una acería de la vecina ciudad de Bragado es actualmente la principal fuente de trabajo- y hoy es un pequeño remolino de proyectos.
No es un dato menor el hecho de que su estación todavía funciona -tiene una frecuencia diaria a Once, además de las locales a Olascoaga y Bragado- y que desde hace cinco años celebra el Día del Ferroviario, casualmente el primer domingo de marzo.
Sigue siendo, claro, un pueblo de siestas largas, calles de tierra, gansos que se cruzan en el camino, ligustremias en flor y vecinos afables.
Vecinos como Roberto Silva, que sábados y domingos se encarga de abrir las puertas del Museo Ferroviario ("Centro Cultural Museo Ferroviario Mechita", corrige él). Entre donaciones y lo que se pudo recolectar, hay un poco de todo. Desde máquinas pica-boletos y linternas de guarda hasta una curiosa colección de fotos en sepia. En ellas se adivina el rostro de tanto inmigrante que recaló en estas tierras de pan y promesa. Incluso el indio del turbante, famoso porque se rehusaba a lavar aquellas máquinas que hubieran atropellado ganado.
También hay vecinos como Rogelio Irineo Ponce, otro ferroviario jubilado (ninguna rareza en Mechita). Ponce tiene un chalecito en lo que los lugareños llaman La Colonia, un barrio de 110 casas de ladrillo y techo de chapa, prolijísimas, que los ingleses construyeron para albergar a la numerosa familia ferroviaria, y que fueron declaradas patrimonio histórico.
"Era un placer trabajar con la administración inglesa. Había disciplina, respeto y verdadera cultura del trabajo; con ellos uno no estaba sentado jamás", rememora este hombre que carga con tantos años como recuerdos. Cuenta, por ejemplo, que no se podía tomar mate porque se armaban rondas y se demoraba el trabajo, pero sí té o café. O que se cobraban 300 pesos de sueldo y 60 de prima por asistencia perfecta. Y que él, claro, no faltó ni llegó tarde jamás.
Pero no todo es añoranza y nostalgia ferroviaria en Mechita. Existe un lento resurgir; de hecho, tiene en el arte una de sus expresiones más notables. Juan Doffo es artista, mechitense e impulsor del proyecto que es todo un orgullo en el pueblo.
Se trata de la plaza de las artes, un pequeño museo que reúne obras donadas por los amigos artistas de Doffo, con la única consigna de pintar sobre Mechita. Adolfo Nigro, Eduardo Medici, Jorge Di Ciervo, Gabriel Sainz, Ernesto Bertani, Zulema Maza, son algunos de ellos.
El Recreo Don José es otro imperdible del pueblo. César Giommi, su creador, se define como el Regazzoni mechitense , ya que produce obras de arte con hierros, chapas o rezagos de ferrocarril.
"Me las rebusco con todo lo que encuentro", se sincera. Da gusto, la verdad, dar una vuelta por el enorme galpón en el que conviven, entre cientos de insólitas esculturas, un Inodoro Pereyra, un mosquito gigante, un Jesucristo o una locomotora en miniatura, además de un Falcon fileteado o la trompa del Mercedes particular de Fangio.
Por lo demás, el inventario de Mechita dice que hay dos escuelas primarias, una secundaria y un bachillerato de adultos; dos iglesias (una católica y una evangélica), una salita de primeros auxilios, una biblioteca popular, un quiosco amarillo y rosa que los fines de semana funciona como pub, y un Club Social y Deportivo, más conocido por todos como Club de Chapa, al estar recubierto por láminas del metal.
Ah, también está el llamado Baúl de los Recuerdos, que se enterró junto a la estación en 2006, para los 100 años del pueblo. Al parecer, todos los vecinos acercaron fotos, cartas y hasta guías de teléfono para ser depositadas en el baúl. Se supone que éste va a ser abierto dentro de 100 años, cuando el pueblo cumpla su segundo centenario.
Porque todos, por supuesto, auguran una larga y próspera vida para Mechita.
Cómo llegar
* Por la Ruta Nacional 5, en el km 202, a 8 km de Bragado.
Dónde comer
* Hace un mes se inauguró El sueño de Su, una parrilla cuya dueña, como se podrá adivinar, se llama Susana.
Pesca
* El canal artificial Italia, que se construyó a la vera de las vías para aliviar inundaciones (vierte sus aguas al río Salado), se convirtió en una zona excelente de pesca (hay carpas, bagres, patíes, tarariras y algunos pejerreyes en invierno).
Curiosidad
* Mechita pertenece a dos partidos: Bragado, donde vive el 80% de la población, y Alberti, donde está el 20% restante.
Más información
* mechitaenlaweb.com.ar
* Tel: (02342)-493051
Fuente: La Nación Turismo
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1242803