Este parque temático reúne casi seis mil animales de todo el mundo. Cine de 360 grados, un acuario espectacular y el nuevo Mariposario.
El enorme hipopótamo se acerca al cristal cual pesado submarino, con casi todo su voluminoso cuerpo bajo el agua y sus ojos y orejas asomando sobre la superficie. Justo antes de llegar, se impulsa con las patas contra el fondo, saca medio cuerpo fuera del agua y cae pesadamente, derramando olas contra el vidrio. Los chicos gritan de alegría y emoción. "¿Viste lo que hizo, viste?", le dicen a sus padres-tíos-abuelos, atareados en tratar de registrar el momento con cámaras y filmadoras.
El hipo es sólo uno de los casi 5.700 animales que se pueden observar en el bioparque Temaikén, una gran superficie verde -59 has en total- con plantas y arbustos, 1.500 árboles, 40 especies de mamíferos, 180 de aves, 24 de reptiles y 56 de peces, de cuatro grandes regiones: Africa, Asia, Autóctonos y Acuario.
Leguas de viaje submarino
Temaikén es una palabra tehuelche que significa "tierra de vida". Y ese es el mensaje de todo el parque y también de su cine 360°, con ocho pantallas envolventes que reciben imágenes simultáneas enriquecidas por efectos lumínicos, escénicos y sensoriales, quizás un buen punto de partida -o de final- del recorrido. "El arca de la vida", película de unos 20 minutos, recorre el origen del universo y del planeta, y muestra la diversidad biológica del mundo y el lugar que ocupa -o debería ocupar- el hombre.
Pero sin dudas una de las principales atracciones es el Acuario, cuyo circuito recrea tres ambientes acuáticos de la Argentina, con sus especies características: en La Poza de Mareas, un ambiente costero rocoso típico del Sur argentino, las estrellas son, valga la redundancia, las estrellas (de mar), aunque también hay caracoles, almejas, mejillones y otros moluscos. El Sector de Agua Dulce recrea un típico río de la Mesopotamia, donde nadan bagres, dorados y surubíes, entre otros peces. Y finalmente el Océano, un espectacular acuario circular con más de un millón de litros con especies como corvinas, besugos, rayas, chuchos y tiburones de distintas clases.
Ocho vidrieras de grandes dimensiones permiten una completa -e impactante- visión perimetral, incluso desde abajo, a través de ventanas ubicadas en el techo de los pasillos. Hay que verlo; es el delirio de chicos y no tanto.
Al vuelo
De pelícanos africanos a cóndores andinos; de flamencos caribeños a guineas crestadas. En El Lugar de las Aves conviven más de 2.500 plumíferos de América, Oceanía, Africa y Eurasia. Sus 3 hectáreas lo convierten en el centro de aves más grande de Sudamérica, dividido en cinco aviarios que recrean distintos biomas. El sector se corona con un más que interesante Centro de Interpretación (CIELA), donde se puede profundizar el conocimiento sobre las aves mediante entretenidos dispositivos interactivos.
Recorrer todo el parque exige una caminata de más de 4 km. Pero vale la pena para descubrir, por ejemplo, a los simpáticos lemures de cola anillada -"son como el rey de la película Madagascar", gritan varios chicos-, a los tigres de bengala jugando con sus cachorros o a los murciélagos asiáticos colgando de sus patas. En todo el parque hay pocas jaulas, porque la idea es que estén separados del hombre por barreras naturales. Una excepción es La Chacra, donde los chicos pueden darle de comer o tomar la leche a animales de granja.
En cada sitio hay carteles que brindan información sobre el origen, comportamiento y alimentación de las especies. También hay divulgadores que recorren todo el parque, a quienes se puede consultar, y charlas educativas. Para asombrarse con la variedad biológica del mundo y aprender sobre el cuidado y conservación de la naturaleza.
Fuente: Clarin Turismo
http://www.clarin.com/suplementos/viajes/2009/10/04/v-02011667.htm