Escobar tiene un oasis de paz. Es el paraje denominado “El Cazador”, pleno de bellezas naturales, con prominentes barrancas que separan altas y fértiles tierras, de extensos bañados donde el trinar de los pájaros invita a soñar. Cautivante y placentero para el fin de semana, o para saborear el asado del domingo junto a la ribera del Lujan, tentando suerte con la caña de pescar. Todo condensa en este rincón escobarense para vivir en plenitud. Fue tierra de Querandies, cuyos rastros, nunca investigados oficialmente, se hallan perdidos en lo que se conoce como Cementerio Indio de Las Viscacheras.
Acaudalados personajes de la época se disputaron su posición, pero debió pasar mucho tiempo para que surgiera el nombre de El Cazador, identificando sus tierras privilegiadas. Y aquí damos paso a la leyenda, porque ese nombre se aferra a una leyenda –veraz o no creíble. Según cuentan descendientes de antiguos pobladores, cuando allá por el 1875 el silbato de las locomotoras marcaba el comienzo de un nuevo tiempo, en la parada donde se constituiría la estación Escobar, descendió un extraño pasajero portando un arma de fuego, se encamino hacia el lugar que describimos.
Los bosques de tala que ocupaban gran parte de la tierra firme en aquel tiempo, fueron su hábitat y allí vivió retraído, sustentándose de la caza y de la pesca. Ese personaje, sin quererlo, marco el nuevo nombre del lugar, porque los dispersos pobladores de la comarca, comenzaron a llamar el sitio como “las tierras del Cazador”.
Nadie conoció aquel individuo y un día desapareció sin dejar rastros, quedando perdida en la nebulosa del misterio la razón de su llegada y él por que de su partida. Su desaparición se convirtió en leyenda, y el nombre “ El Cazador” quedo para siempre, identificando el lugar.