Una visita a la estancia La Alameda acerca 200 años de historia y permite disfrutar sabores criollos y danzas nativas.
Una casona amarilla, un aljibe, la laguna escondida entre los árboles, un muelle desierto. El inventario de lo que uno encuentra cuando atraviesa la tranquera de la estancia La Alameda, junto a la laguna de Chascomús, promete mucho más que un simple día de campo: se trata de un viaje a través de dos siglos de historia, por un paisaje que, además del entorno campestre, incluye la famosa laguna y una reserva ecológica. La Alameda es la estancia más antigua de la región, una verdadera joya restaurada respetando el estilo colonial. Su historia comienza en 1789, cuando Juan Girado recibió las tierras en reconocimiento a sus servicios como oficial del Regimiento de Blandengues.
Cuesta imaginar que fue un lugar inhóspito y asediado por los malones, al recorrerse las cuidadas instalaciones, que incluyen suites decoradas con muebles de época, una piscina junto a la laguna y un comedor, en el que se puede cenar a la luz de las velas mientras las luces de la ciudad se encienden al otro lado.
El día de campo comienza temprano, cuando llegan contingentes de viajeros de distintas partes del mundo. Después de pasear a caballo y en carruaje, no hay que perderse el recorrido en carro tirado por un tractor, que se interna en una reserva ecológica, con llamas, zorros, liebres, carpinchos y hasta algún ciervo. A medida que el tractor avanza, la vegetación se va cerrando y forma una galería, que apenas permite pasar la luz. De regreso en el casco, se abren las puertas de un enorme salón vidriado con vista a la laguna y capacidad para 700 personas. Allí se sirve asado criollo y se oscurece la sala, para el show de música y danza folclórica que recorre los ritmos de distintas regiones del país. La carrera de sortijas después del almuerzo es uno de los momentos más festejados. Turistas croatas alientan ruidosamente a un niño de 10 años, que vuelve triunfante con la sortija en la mano y se la entrega a una dama del público. Siguen carreras con cueros, una suerte de esquí propulsado por caballos, para gente de todas las edades. Entonces, llega la esperada hora del mate con pastelitos frente a la laguna, junto a la vieja casona que vio pasar más de doscientos años de historia.
Fuente: Clarín Turismo
http://www.clarin.com/suplementos/viajes/2010/01/10/v-02116862.htm