Ubicada a 416 kms de Buenos Aires, en el departamento que lleva su mismo nombre, Balcarce es un cúmulo de sierras y sierritas milenarias de formas rectas, además de cerros de cumbres redondeadas que cortan con sus ondulaciones la rutinaria llanura pampeana.
Según cuentan allí, esos relieves particulares son el resultado de montañas “comunes”, que originalmente tenían unos 7000 metros de altura pero fueron desgastándose por vientos y lluvias hasta quedar en sus actuales 200 a 300 metros, algunas con la rara forma de una mesa en la cima.
Sus valles siguen tan fértiles para la cosecha de papas (muchos aún la identifican como la “capital de la papa”), semillas y la cría de ganado como en los viejos tiempos, con paisajes que saben conjugar la sierra con algunas lagunas y arroyos propicios para la pesca.
Además de la ciudad cabecera, serranos y costeros se reparten un municipio de 412.000 hectáreas que abarca Napaleofú, San Agustín, Los Pinos y Ramos Otero.
La ciudad en sí fue fundada en el año 1876 en honor al vencedor de la batalla de Suipacha y jefe del ejército de San Martín en Chile, Antonio González Balcarce, a su vez consuegro del Libertador, ya que su hijo Mariano contrajo matrimonio con Merceditas San Martín.
Imbuida en la historia desde sus comienzos, Balcarce hace honor a otros célebres nombres que pasaron por allí: además del Autódromo, el Museo del Automóvil Juan Manuel Fangio homenajea al quíntuple campeón mundial de Fórmula 1, uno de los vecinos ilustres del pago “surero”, como lo nombran sus pobladores.
Pero los balcarceños no son sólo producto de glorias cercanas ni del arribo europeo en tiempos de migración: más de 60 sitios arqueológicos, de los cuales seis fueron fechados entre los años 9600 y 10500 a. C., dan testimonio de los pueblos originarios que dejaron sus huellas en estas tierras.
En el Museo Histórico Municipal estos recuerdos, junto a algunos grabados ingleses del siglo XVIII y otros documentos antiquísimos, acercan al visitante a las épocas verdaderamente fundantes de este suelo.