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Publicado: 02/04/2011
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Fuente: Diario Perfil

En 1.300 kilómetros de la Ruta 12 –y otro tanto de regreso, pero por la 14– se engarzan pueblos, bellezas y paisajes que siempre se pierden a bordo de un avión. Y valen la pena.

Le proponemos llegar hasta las Cataratas del Iguazú recorriendo la línea del río Uruguay y regresar a la ciudad de Buenos Aires siguiendo la línea del Paraná. Qué opciones elegir para detenerse y visitar, cuánto tiempo quedarse en cada una de ellas, eso ya queda por cuenta de las preferencias de cada viajero.

Partida: Santa Fe, Entre Ríos

A 308 km de Buenos Aires, todo por autopista, está la encantadora Rosario, en la provincia de Santa Fe. El contacto con el agua ya se inicia allí, contemplando o dándose un chapuzón en el calmo Paraná. A la noche, buena oferta de parrillas y restaurantes. Para seguir camino, hay que cruzar el extenso puente Nuestra Señora del Rosario. Ya en Victoria, Entre Ríos, una buena idea es optar por el camino del Este y acercarse a la Ruta 14, tocando Nogoyá: de ahí, Ruta 39 hasta encontrar la 14. Antes de empalmar, un corto desvío por la 20 lleva a Gualeguaychu. Luego, los carteles invitarán a conocer el Palacio San José, magna obra de José de Urquiza. Andando por la 14, la siguiente parada toca el Parque Nacional El Palmar, con su horizonte sembrado de gigantes de 12 metros y peluca verde: un ecosistema muy particular.

¿Concordia? Sí, cómo no. Esta ciudad que vio nacer a dos próceres, la Coca Sarli y el Indio Solari, tiene: camping, picnic, pesca, caminatas, baños en las aguas termales de la Vertiente de La Concordia y el Embalse Salto Grande. Un imperdible: el castillo de San Carlos que, aunque abandonado, conserva los pasos del escritor y piloto Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, que visitó la mansión en su antiguo esplendor.

Falta menos: Corrientes

Siguiendo la vera del Uruguay: Federación, Chajarí y, ya en Corrientes, Mocoretá… Ahora se despliegan grandes extensiones de pinos y eucaliptos para la explotación forestal, combinadas con aserraderos y cítricos cargados de frutas. Enseguida, dos colores inconfundibles: el del té y el de la yerba mate (ambas plantas, verde oscuro), y el de las pequeñas plantaciones de tabaco (verde amarillento casi fluorescente). En Corrientes, los tonos de verde son salpicados por un furioso rojo: son los pequeños altares que los lugareños le rinden al Gauchito Gil y se ven a la vera de la ruta.

La 14 pasa por Monte Caseros; por la ciudad de los buenos surubíes, Paso de los Libres, y también en la provincia del Libertador, se puede rendir homenaje al sitio donde nació Don José de San Martín. Esa es Yapeyú, donde la tierra ya se pone roja, los árboles se hacen más altos y tupidos y aparece el jazmín magno, con sus flores como estrellas rosadas y anaranjadas. Allí, hay buenas opciones de turismo rural, para apreciar la ganadería extensiva de la región. Y por supuesto, el Museo de San Martín.

¿Seguimos? Un poco más, y estamos en Santo Tomé, ciudad de calles amplias y limpísimas, y después, Gobernador Virasoro. Desde allí, se puede visitar la famosa finca Las Marías, parte de la historia productiva del país. Cruzando la frontera provincial, en Apóstoles, donde nació el Chango Spasiuk, ya comienza la ruta de la yerba mate, y del té, cultivos que ya se anuncian desde el norte de Corrientes. Todavía en la Ruta 14, aparece Leandro N. Alem, como si los colores energéticos ahora pudieran vibrar más, entre sus callecitas desbordadas de flores, casitas sencillas y mansiones de espíritu tropical.

Ahí nomás, con el Norte siempre como destino, aparece Oberá, ciudad grande pero con clima de pueblo. Si aún no lo ha hecho, coma un asado y, en vez de papas fritas, pruebe la mandioca. Un rato más por la 14, hasta Aristóbulo del Valle. Es tiempo de abandonar un momento esa ruta, tomar la Ruta 8 hasta Santa Rita y ahí doblar hacia El Soberbio, por la 2, porque desde allí se accede a los Saltos del Moconá, una caída de agua paralela al río Uruguay todavía no descubierta por el turismo internacional, buen anticipo de las que aparecerán en Iguazú.

¡Sí! ¡Misiones!

Desde Moconá, el camino más acompañado y señalizado implica buscar Ruta 12, pasando primero por El Soberbio, San Vicente, Dos de Mayo, El Alcázar. Ahí se empalma con la Ruta 12 y aparece Montecarlo, pueblo precioso, que además es reputado por cultivar y vender las mejores orquídeas.

Recorrer los atractivos de Misiones podría llevar meses y años. Poniendo entre paréntesis algunas alternativas, ya es momento de hacer dos horas y llegar desde Montecarlo a Puerto Iguazú. ¿Hace falta decirlo? Obvio, visite el Parque Nacional Iguazú: ocasión para maravillarse hasta las lágrimas con esa creación natural que confronta nuestras ínfimas dimensiones humanas frente a los prodigios que alberga el planeta.

Desde Puerto Iguazú, hay variedad de paseos. Por ejemplo, una visita a las comunidades de guaraníes de la zona. Su situación es compleja, pero la venta de artesanías los ayuda a vivir mejor. El visitante puede colaborar en ese sentido, además de informarse y de tomar dimensión de las realidades del país. Muy cerca de Puerto Iguazú, está Wanda, centro de explotación de piedras semipreciosas, con minas en funcionamiento.

De regreso

Si de Puerto Iguazú vamos a Wanda, ya es el regreso hacia Buenos Aires, en este caso, tomando siempre Ruta 12. En ese camino, hay dos paradas obligadas, las dos con restricciones horarias. Por un lado, las Misiones Jesuíticas, como San Ignacio y Santa Ana, entre otras –a las 8 de la noche cierran el ingreso, para reabrirlo una hora después con el espectáculo de luces y sonido–. Por otro, la casa de Horacio Quiroga: visitar el refugio del autor de Cuentos de amor, de locura y de muerte es inolvidable. Eso sí, cierra, según la temporada, hacia las 18.

No hay que regresar rápido y con el caballo cansado. En el retorno, aguardan muchas atracciones, como Posadas, ciudad grande, con importante costanera. Y ya en Corrientes, espera su capital, para hacer una competencia de costaneras, y ver cuál es más linda. La de Corrientes lleva la posta, con buena iluminación, amplios corredores, carritos con agua fresca y chipá, además del chamamé, que suena en cada esquina. Enfrente, Resistencia, Chaco, la ciudad de las esculturas y sede de las actividades del escritor Mempo Giardinelli.

¿Cómo darle un broche de oro a esta travesía de varios días? ¿Santa Fe o Paraná? En Santa Fe, se guardan los capítulos más antiguos de la historia de la Argentina, en edificios y espacios por donde transitó Juan de Garay, y se asentaron las primeras construcciones, como el convento de San Francisco, con su prodigioso techo de madera artesonada, del siglo XVII. En Paraná, hay más playas con arena rubia, vida nocturna, y el río Paraná, con color cielo. También, se puede combinar las dos ciudades, porque van separadas por esa fantástica obra arquitectónica que es el túnel subfluvial.

Recomendaciones

Para que todos puedan relajar la mirada perdiéndose en el horizonte de paisajes con cultivos y tupidos bosques, conviene que haya dos conductores por auto: sólo de camino directo hasta el destino final, hay casi 1.300 km, ¡más los de regreso!

También pensando en el bienestar: tema calor. Si bien las temperaturas más elevadas se dan en enero y febrero, y se sobrelleva mejor que los 35 ºC que emite el cemento porteño, es casi imprescindible que el vehículo para este viaje tenga aire acondicionado. Por el sol, llevar siempre lentes oscuros, al menos para el conductor.

La señalización en las rutas es buena, sin llegar a ser perfecta. Hay que aguzar la orientación para encontrar algunos empalmes. En algunos tramos, los carteles parecen más pensados para la población local que para el viajero: suelen destacar más los parajes pequeños cercanos, en vez de la dirección hacia la siguiente ciudad de mayores dimensiones, que podría ser un punto de referencia. En todo caso, en el litoral argentino, cualquier persona sale a la calle para darle una mano y encontrar el buen camino.

Los que también saben de caminos son los animales: reduzca la velocidad ya en Corrientes, y en todo Misiones, porque es muy común que se atraviesen aves, iguanas y algún ganado en medio de la ruta y sin urgencia.

Mucha atención a la tentación de adelantarse. Puesto que en las rutas 12 y 14 transitan camiones de seis o más ejes, aparece con frecuencia un tercer carril para que un vehículo más veloz pueda adelantarse. Atención: ese tercer carril es breve, enseguida se acaba y hay que regresar al central.

Otra cosa, los autos con equipo de GNC deben también funcionar con nafta, pues Chajarí, en el límite entre Entre Ríos y Corrientes, es la última localidad donde cargar gas. A partir de allí, las estaciones de servicio sólo venden nafta y diésel.

En las zonas de frontera, no parece haber dificultades para entrar y salir, pero hay que hacer los trámites y tener todos los sellos correspondientes para evitar problemas a la hora de regresar a la Argentina. ¡Ah!, y confirmar que el vehículo que lleve –sobre todo si es alquilado– tenga permiso para salir del país.

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Fuente: Diario Perfil

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